Page 26 - Mitos y cuentos egipcios de la época faraónica (ed. Gustave Lefebvre)
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28      RELATOS Y CUENTOS EGIPCIOS DE LA ÉPOCA FARAÓNICA


    mano decidida que no duda en golpear a su sirvienta, joven atolondrada,
    curiosa y rencorosa, a la que el temible cocodrilo un día habrá de devo­
    rar71. Al lado de esta venerable matrona podemos situar a la simpática hija
    del rey de Naharina, de la que el príncipe egipcio termina por obtener la
    mano72. Maspero pensaba no obstante que «el arrebato con el que se lan­
    za a los brazos del hombre que el azar le ha enviado como marido da mu­
    cho que pensar»73. Es posible; pero no es preciso ser tan severos, pues se
    convierte  en  una  esposa  irreprochable:  informada  de  los  destinos  que
    penden sobre la cabeza de  su marido, «se dedicó  a velar por (él)  con la
    mayor atención y no le dejaba salir solo». Ella es quien, con su presencia
    de ánimo y su coraje, le salva de la serpiente. ¿Debemos, razonablemen­
    te, exigir más de ella?
       10,- ¿Cuáles eran, a juzgar por estas obras, los sentimientos religio­
    sos de la sociedad egipcia? Se siente uno tentado a pensar que el pue­
    blo no tenía ninguna piedad sincera. La Leyenda del dios del mar y los dos
    cuentos  de la colección Chester Beatty, recientemente publicados, nos
    muestran un tratamiento burlesco de los dioses oficiales: La Enéada no
    tiene fuerza ante un dios extranjero que la tiraniza74; pasiva y sin equi­
    dad,  se pronuncia  a  favor del malvado  y trata con  crueldad al justo75;
    sin convicción seria, pronta a contradecirse, adopta el parecer del últi­
    mo opinante76. Por su conducta generalmente vulgar o ridicula, a veces
    grosera hasta la indecencia, los  dioses  no  son dignos de respeto algu­
    no.  ¿Quién  pensaría  dirigirles  sus  plegarias?  Por  ello  hay una inclina­
    ción muy preferente hacia la magia;  es  a los hechiceros  a los que uno
    pide los milagros77.
       Sin embargo, al margen de estos cuentos, un discreto velo aparece por
    todos lados ocultando los verdaderos sentimientos del pueblo y su pro­
    fundo  escepticismo.  En  general,  el  narrador  se  muestra  efectivamente
    cuidadoso con el decoro, y los dioses, a instancias sin duda de los sacer­
    dotes, se presentan como seres poderosos, respetables y buenos, confor­
    mes en todo a la religión oficial.
       Recorriendo estos cuentos, redactados en buena medida en los tiem­
    pos en que Tebas era la capital del Imperio, uno esperaría ver en todos
    (exceptuados algunos relatos, como los de Westcar, naturalmente) a Amón
    como  divinidad  única  o  situada a la  cabeza  de los otros  dioses.  Ése  es
    efectivamente el papel que desempeña en La toma de Joppe, donde se le 11a-


       71 Véase más abajo, p 108.
       7- Véase más abajo, pp.  133-134.
       7’ Maspero, C.ontespopulaires, cit., p. XI.V.
       74 Véase más abajo, pp.  121-122.
       73 Véase más abajo, p.  170 y nota 10.
       76   Así en Horus y Seth, donde la Enéada, generalmente favorable a Horus (pp. 187, 188, 194,
    198) se inclina también a veces por Seth (pp. 191, 195, 199).
       7 Véase más arriba, p. 17, § f.
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