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Otras personas supusieron que no aguanté las guardias, los horarios ni el maltrato. Es cierto que el ambiente de la
                   residencia es horrible. Cualquier residente de toda especialidad, dirá que el primer año es una pesadilla, porque eres

                   el último eslabón de la cadena. Todos tienen poder sobre ti, eres mandadero/a y te pueden dejar castigado/a cuando
                   quieran. Eso, sin contar con que solo medio duermes dos de tres noches y siempre te encuentras agotada, te gritan e

                   insultan todo el tiempo y tratan de hacerte sentir inferior. Sin embargo, eso no era lo más duro. Ya estaba acostumbrada
                   por haberlo vivido así desde la carrera. Hubiera podido soportarlo si hubiera creído en lo que estaba haciendo.




                    La vioLencia obstétrica desde mi primer parto
                    Yo no sabía bien cómo se atendían los partos hasta que empecé la residencia. Mi internado de obstetricia lo hice en
                    otro país, donde casi no hay nacimientos y no me tocó ver un solo parto. Cuando hice pediatría me concentraba en los

                    bebés, no había espacio para ver lo que hacían los demás. Por otro lado, mi servicio social lo hice en un pequeño

                    centro de salud rural en donde sí se atendían partos, pero a los y las pasantes nos dejaban atenderlos de acuerdo a
                     nuestros criterios de formación, así que me tocaron solo experiencias agradables. A mí me encantaban los partos.

                     Por eso escogí esa especialidad. Sin embargo, desde mi primera guardia me di cuenta de que las cosas no serían como


                     yo lo había planeado.

                     Recuerdo que en el primer parto, me asignaron una paciente para que la “condujera” con oxitocina para acelerar su

                      trabajo de parto. Cuando le pusieron el suero, me di cuenta de que la dosis era lo doble de lo que usábamos en el
                      servicio y de la normalmente utilizada. Sin embargo, pensé que en realidad yo no sabía nada y por algo lo hacían, ya



                      que éste era un hospital prestigiado.

                      ¿cómo evitar eL maLtrato a Las mujeres en situación de parto sin


                      “desobedecer” instrucciones superiores?
                       Lo peor fue tener que hacer cosas con las que no estaba de acuerdo, que iban en contra de mí misma, solo porque así

                       me lo indicaban mis superiores. Aun cuando no estaban en lo correcto o fuera solo por capricho suyo, yo estaba obligada
                       a hacer sufrir innecesariamente a las pacientes y dañar sus órganos con dosis exageradas de antibióticos y analgésicos.



                       Un ejemplo de esto era la costumbre absurda de hacer tactos vaginales diariamente (en ocasiones dos veces al

                       día) a todas las puérperas del piso, incluyendo a las de cesárea. A cada paciente le tocaban mínimo cuatro o cinco

                        tactos después de su parto o cesárea. ¿La razón? Nadie me la supo explicar de manera coherente, pero si no lo










          GÉNERO Y SALUD en cifras
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