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Anexo: Testimonio de una médica
residente ante la violencia obstétrica institucionalizada
eL apresuramiento deL nacimiento, de La saLida de La pLacenta y Las
revisiones doLorosas a La recién parida
De repente, el pediatra se acerca con un bulto y le dice a la madre: “es niño, pesa 3,200 g, ¡déle un besito!”. Ella
apenas se lo alcanzó a dar antes de que ya estuviera fuera de su vista. Lo vio desaparecer y suspiró con melancolía.
Mientras tanto, yo ya había sacado la placenta, teníamos prisa. No se podía esperar a que ésta se desprendiera
sola. Después de sacarla, me dijo la residente que revisara que no hubiera quedado nada adentro, a pesar de que la
placenta estaba completa. Así que yo metí tímidamente solo mis dedos en el útero de la señora, con cuidado. La residente
me empujó, me dijo que tenía que ser toda la mano, hasta el mero fondo. Había que rascar para asegurarse de que no
hubiera nada. Cuando saqué mi mano, la metió ella para cerciorarse de que yo hubiera revisado bien. La metió y la
sacó tres veces. La señora se retorcía de dolor (con todo y epidural) y solo recibía regaños por moverse y no cooperar.
Como a mí esa práctica no me gustaba en lo absoluto, me había puesto a leer al respecto y la literatura menciona
que no es necesario realizar una revisión sistemática de todas las pacientes. Solo se debe hacer en caso de que la
placenta no salga completa o que la paciente continúe sangrando, no como esta paciente en la que todo se desarrollaba
normalmente. Durante mi servicio social nunca lo hicimos y ninguna paciente se complicó. Se lo comenté a mi maestra
de este hospital y me contestó: “¿Qué, quieres que la señora regrese sangrando?”. Continuamos revisando la
vagina, no encontramos desgarros y reparamos la episiotomía. Limpié a la señora y se la llevaron a la sala de
recuperación. Me dijeron que le tenía que indicar antibióticos, porque ella había contaminado los campos (como si el
parto fuera un evento quirúrgico y la vagina tuviera que ser estéril).
Después de algunas horas fui a la sala de recuperación a ver cómo se encontraba. Me preguntó por su bebé, porque
los pediatras no le habían dicho nada y aún no se lo habían entregado. Ella todavía no había ingerido nada, porque a
esa hora ya no había colación. Hasta la mañana que la subieran al piso podría comer algo. Se sentía desesperada y
estaba llorando de preocupación por su hijo y entonces yo fui a los cuneros a preguntar por qué no se lo habían
dado. Las enfermeras me dijeron que le estaban dando de comer, que al ratito se lo iban a llevar.
Cuatro horas después le dieron a su niño. Ella le trató de dar pecho pero el bebé no tenía hambre porque había
tomado fórmula en los cuneros. Además, del pecho no salía mucha leche. Frustración de la madre. Yo le dije que no
se preocupara, que al rato el niño tendría más hambre y comería. Por fin se los llevaron al piso y ya no la volví a ver.
GÉNERO Y SALUD en cifras
Septiembre - Diciembre 2010 17