Page 136 - Fantasmas, espectros y otros trapos sucios
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—No creo, mujer, estas cosas son muy modernas, en cualquier momento se

               desatora la ropa y ya.

               El señor García tuvo razón, unos días después aparecieron en una carga de
               toallas unos calcetines morados con bolitas rosas, y poco más tarde, en medio de

               unas sábanas, salieron unos calzoncillos verdes con franjas púrpuras, además de
               una corbata naranja de poliéster y unos calcetines, pero esta vez con bolitas
               amarillas.


               Gil estaba muy sorprendido ¡esa ropa no era de nadie de la familia!

               Según el señor García, no había de qué preocuparse, todo tenía una explicación
               lógica:


               —Deben de ser prendas que se cuelan por la tubería de agua…


               Para Gil eso parecía imposible, pero tampoco encontró alguna explicación
               razonable, mientras que la lavadora siguió muy campechana sacando más
               regalitos: un guante izquierdo, una bufanda roja (que le fascinó a la señora
               García), un gorro de lana (que se volvió el preferido del señor García) y el
               último objeto que apareció fue un muñeco.


               Se trataba de un pequeño osito de felpa, de color marrón, con ojos grandes y
               boca diminuta. Olía a detergente lima-limón. Después de eso, la lavadora no
               volvió a comer ni a vomitar nada extraño.


               —La tubería de agua ya se arregló —dijo el señor García satisfecho—. Les dije
               que no había de qué preocuparse.


               Los señores García le entregaron el osito de felpa a Gil y se olvidaron del asunto
               (aún faltaba arreglar el tostador de pan que seguía planchando muy mal las
               camisas).


               Guardó el osito de felpa en el clóset, definitivamente no iba a dormir con él, ¡ya
               era grande para eso!; sin embargo a la mañana siguiente despertó con el osito en
               sus brazos. Gil pensó que su madre lo había puesto allí, se molestó un poco,

               tomó al muñeco y lo metió en un cajón; pero al día siguiente, el osito estaba de
               nuevo acurrucado junto a él.

               Gil escondió al osito bajo un sillón, en la despensa, dentro de la licuadora, en la
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