Page 111 - Llaves a otros mundos
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—¿QUÉ ES todo esto, Rocco? —preguntó Ana.
—Todo esto lo hiciste tú.
Y en sus hombros se posó una decena de pájaros de Chismala. Ana los vio
callados por primera vez. Como todos los demás, la miraban atentos.
—¡Excelentísima Señora Ana! —comenzó a repetir el ser arenoso, pero Ana lo
calló con una mirada. Entonces él cambió de frase:
—Debo ofrecerle disculpas por haberla tratado injustamente y haber sospechado
de usted la anterior ocasión en que nos honró con su visita a nuestro mundo.
—¿Injustamente? —dijo Ana. Iba a comenzar a reclamar que la habían corrido
del desierto, pero en eso cayó en la cuenta de las implicaciones de lo que decía el
gigante—. ¿Estoy en su mundo? —no reconocía el desierto en esa vegetación
exuberante.
—Sí, Ana —le explicó Rocco—. Estás en Desercius. Tú ayudaste a este mundo
a tener un jardín otra vez; ¡míralo, qué fuerte, qué verde está!
—¡Guau! —Ana miró hacia arriba. Aunque ya había visto el bosque, después de
saber que era resultado de las pequeñas semillas que cargó por medio viaje se
sintió orgullosa; aquellos árboles le parecieron mucho más bonitos y frondosos.
—Ana, resolviste el misterio —dijo Rocco—. Viste que todos los mundos se
pueden conectar, que unos pueden ayudar a otros.
—Eso está muy bien —dijo Ana, incrédula—, pero luego me cuentas, es que
acabo de ver que…
—Precisamente a eso voy, Ana —contestó él—. Venimos a ayudarte a salvar tu
mundo, es una misión importante para todos.
—¿Por qué?
—¿No lo ves? Tu mundo es perfecto, el punto máximo de la evolución.