Page 117 - Llaves a otros mundos
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Quiso gritar. Cerró el botiquín. Del lado del mundo donde solo estaban ella, las
puertas y el color blanco, Ana se abanicó la cara con la palma de la mano y
respiró agitadamente. Se había aterrado con solo mirar ese pie. Porque esas
horribles uñas pertenecían a un ser espantoso, con poderes inmensos. ¿Cómo iba
ella solita a vencerlo?
Procuró tranquilizarse, respiró hondo y cerró los ojos. Su respiración volvió a la
normalidad y tomó la llave 777 que le había prestado Rocco.
—Esto me va ayudar.
La llave nueva vibró en su mano. Ana lo interpretó como si la hubiera apurado
para entrar otra vez a su casa.
—Ya voy, ya voy —le dijo a la llave.
Decidió rodear el caparazón de puertas y buscar el lugar desde donde pudiera ver
mejor a Bruno Rufián. Metió a Trece en una puerta pequeña, contuvo la
respiración y se asomó.
Con sorpresa vio que había abierto desde adentro la tapa de una caja de la
mudanza.
«Bueno, sí sirve», pensó. La caja estaba del lado de su cama que daba a la
ventana, así que la cama no le permitía ver al brujo. Aprovechó para revisar ese
lado de su cuarto y concluyó que en la casa solo estaba él. El brujo contra Ana,
uno contra uno. Por lo menos era parejo. También vio su mochila abierta y la
computadora encendida. Estaba a punto de cerrar la tapa de la caja cuando oyó
un murmullo. Era un susurro casi imperceptible, pero en medio del silencio total
de los dos mundos Ana lo percibió. Por más atención que puso, no entendió lo
que decía. Cerró la tapa y se trepó al caparazón.
Abrió la alacena de la cocina. A cinco metros de ella, vio al responsable de que
sus padres se hubieran separado: Bruno Rufián en persona. Por fin.