Page 56 - Llaves a otros mundos
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—Para nada —le aseguró Ana.
Había oído a Rocco con mucha atención, y algunos enigmas empezaban a
aclararse.
—¡Estoy buscándolo porque creo que va a destruir mi mundo!
—¡Tu mundo! —exclamó Rocco, contrariado—. Eso sería una verdadera
lástima. En ningún mundo se cocina tan rico. De hecho, mi platillo preferido
viene de allá. ¿Se te antoja?
Ana tenía más sueño que hambre, pero la idea de una buena comida no le
desagradaba y aceptó la invitación.
Rocco cerró los ojos y juntó las palmas de las manos.
—Abracadabra, ¡caldo de cabra!
Ante ellos apareció un generoso plato de birria de chivo.
—Esto me encanta —al anciano sabio y milenario se le hacía agua la boca.
El platillo favorito de Ana más bien eran las milanesas, pero este serviría para
reponerse. Rocco tomó del aire un par de cucharas y comenzaron a comer.
—¿Me puedes decir cómo llegaste aquí? —preguntó Ana entre sorbos.
Rocco tardó en responder, pues estaba muy concentrado en la birria.
—El recuerdo más antiguo que tengo es el de un cielo negro y una gran
explosión de brillo y color, seguida de un remolino de luces, una tempestad. Y
caí por esta misma puerta, ya como un ser humano, más joven del que tienes
frente a ti.
»No supe qué hacer hasta que llegaron mis herramientas. Me puse a tallar llaves
y más llaves, casi sin saber lo que estaba haciendo. Y después las numeraba. Voy
en la dieciocho millones trescientas veinticuatro mil ciento doce, así que ya te
imaginarás lo antigua que es la Nueve.
»Después comenzaron a caer materiales más fáciles de tallar que las primeras