Page 88 - El Bosque de los Personajes Olvidados
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de saltar a la fama. Lo que quiero decir es que recurría a ese paliativo para
calmar mi tristeza. No comprendía por qué nadie me daba la oportunidad de
brillar bajo los reflectores literarios, de dar el salto a la gloria y por la puerta
grande. Con lo bonito que se vería mi nombre en las portadas de los libros; ya
me las imaginaba: La fantástica aventura del Príncipe Verde, El Príncipe Verde
y sus hazañas, Manual para ser tan increíble como el Príncipe Verde. Aunque,
como ni un solo autor me había considerado para protagonizar una aventura,
tales títulos estaban únicamente en mi cabeza. ¡Con la ilusión que me daba ir
corriendo a enseñarle las portadas a mi mamá!, pero, en fin…
En ésas andaba cuando me enteré del nacimiento de la princesa Anjana (la
susodicha princesa). Para todos los habitantes del Bosque de los Personajes
Olvidados era un suceso importante y, a pesar de que la mayoría somos medio
ariscos e interactuamos poco entre nosotros, el solo hecho de que el bosque
donde vivíamos pudiera figurar en la historia tocó nuestra vanidad y nuestro
deseo de fama. Fue así que empezamos a conversar con disimulo acerca de
cómo creíamos que ocurrirían las cosas. Cada uno suponía que sería llamado,
aunque fuera a interpretar un pequeño papel o a decir un diálogo minúsculo,
por lo menos para ser el árbol en el que la princesa se columpiaba de niña.
Fue duro saber que el escritor había decidido no aprovechar nuestra existencia.
Seríamos, como siempre, meros espectros en la bruma, otra vez los olvidados.
Como imaginarán, mi ego fue el más herido, ya que, según yo, no podía haber
una historia de princesas sin un príncipe, y aun así no obtuve el papel. Ya sé que
no tendría por qué haberme creado tantas expectativas; después de todo,
también estaban los príncipes Amarillo, Rojo, Rosa y hasta el Arcoíris (sí, de
siete colores), en lista de espera, pero yo, por razones que escapan a mi
comprensión, supuse por un instante que mi momento de fama había llegado.
Sobra decir que me equivoqué, aunque sólo en parte.
“¡No, no, no!”. Fue la rotunda negativa que obtuve de la mente del escritor
cuando le pregunté si podría considerar desposarme con la nueva princesa.
Tras el triste suceso, los años pasaron casi sin darme cuenta. Ya todos sabíamos
que, como estaba planeado, el escritor había hecho los arreglos para
comprometer a Anjana (nombre que dio a la princesa) con el Príncipe Azul.
Debido a ello había yo perdido interés en su historia hasta que ella se me
presentó. Sí, ella se me presentó, como cuando las personas que venden
productos casa por casa tocan a la puerta. Y me dijo algo así como: