Page 90 - El Bosque de los Personajes Olvidados
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reconocer que entonces me hacía falta compañía.
—¡Oh, lo conoces! —exclamó.
—Claro que lo conozco, es más, somos grandes amigos —mentí, y entonces
pude ver con más atención a la niña, quien llevaba un amplio vestido; por cierto,
bastante sucio. Su rostro era tan nítido y su voz tan clara, que no había duda de
que era un personaje ya narrado y, por lo tanto, no pertenecía al Bosque de los
Personajes Olvidados, que era mi hogar.
—¿Cómo es eso de que Rigardo es tu amigo si dices que es un vanidoso?
—Verás, pequeña, a veces decimos cosas que no quieren decir lo que parece que
dicen.
—O sea que no son amigos.
Aquella chiquilla parecía no perderse ningún detalle en las palabras.
—No… es decir, sí. Somos grandes amigos, pero no me cae muy bien.
—Mmmmm… ¿Tienes un amigo que no te cae bien?
—Precisamente —respondí con determinación, y traté de cambiar de tema—. Y
a todo esto, ¿quién se supone que busca a mi amigo?
Anjana arqueó las cejas, con evidente desconfianza.
—¿Cómo sé que no mientes y que en verdad eres amigo de Rigardo? —quiso
saber.
—Pues porque no tengo razones para mentirle a una extraña.
—Yo no soy una extraña; tú eres el extraño.
—Y, según tú, ¿qué tengo de extraño?
—Eres verde.
—Eso no es extraño, los árboles son verdes, las ranas son verdes, las esmeraldas
son verdes. ¿Qué podría tener de raro ser verde? En todo caso, si nos guiáramos