Page 89 - El Bosque de los Personajes Olvidados
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—Disculpe, señor verde, ¿sabe de casualidad si la morada secreta de Rigardo, el
mago oscuro, queda por allí? —me preguntó mientras señalaba con su dedo
regordete en dirección a donde la bruma del bosque era más espesa.
Por aquel entonces ella tendría algo así como siete años y no era exactamente la
princesa más hermosa y perfecta que uno se encontrara en los senderos
brumosos del Bosque de los Personajes Olvidados. Era más bien una niña de lo
más normal que puede ser una cría de esa edad con bonitos ojos y medio
chimuela, aunque, eso sí, muy simpática y vivaracha.
Hasta antes del nacimiento literario de la princesa Anjana, el mago Rigardo
vivió en el vecindario, así que todos lo conocíamos, y también su nueva mansión
oscura a orillas del bosque, a poca distancia de la frontera con el Reino de Muy
Lejano. Así que, sin tener idea de que frente a mí estaba quien podría haber sido
mi futura esposa, le respondí sin más:
—Claro, sigue por la bruma infinita hasta que sientas que tus sueños más
próximos están a punto de abandonarte; allí encontrarás a Rigardo, en una
casona oscura con cuatro columnas de mármol negro en la entrada y una esfinge
resguardándola.
—Es usted muy amable —me respondió la niña, y se internó en la bruma
perpetua del bosque.
Como yo no tenía mucho que hacer, pues faltaban varios meses para las
audiciones que los escritores hacían para elegir a los protagonistas de sus
aventuras, por lo cual no tenía que ir diario al gimnasio ni con la madrastra de
Blanca Nieves a conseguir tratamientos que me mantuvieran guapo, decidí
seguirla. La niña que, como dije, parecía no tener miedo de internarse de lleno
en el bosque, se dio cuenta y comenzó a charlar conmigo.
—Puedes acompañarme si quieres —me comenzó a tutear.
—No, yo sólo pasaba por aquí. La verdad, me desagrada bastante la zona donde
vive el mago Rigardo; allí todo parece muy pretencioso, ¿sabes? Desde que lo
incluyeron en una historia sus facciones están del todo definidas y se ha vuelto
vanidoso, así que no me agrada visitarlo. Es más, creo que nadie lo visita. Ni
cuando vivía por aquí era popular. La gente no confía en él porque hay
demasiados secretos a su alrededor y, la verdad, sus poderes dan un poco de
miedo —le comenté, sólo por el gusto de echar chisme con alguien. He de