Page 67 - Princesa a la deriva
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vida este favor.


               —¿Tú lo sacaste? —preguntó sorprendida Micaela.


               Doña Inés asintió.


               —Ahora está al servicio de don Joaquín. Mientras llegamos a tierra firme, lo ha
               puesto bajo mis órdenes. Mi primera orden es que aprenda a hablar castellano.
               Mi segunda orden es que aprenda a comportarse con educación; mi tercera orden
               es que olvide que fuiste princesa.


               —Como te dije, Rajid, se ha vuelto una mandona insoportable.


               —Micaela, tú no vuelves a salir de este camarote hasta que aceptes hablar
               castellano y te comportes como una personita y no como un animalillo salvaje.


               —Mira, doña Inés, ni creas que me asustas. Ahora con Rajid va a ser más
               divertido. Micaela acepta —la niña, sonriente, corrió a sentarse en una silla, con
               la espalda derecha y los pies apoyados sobre el suelo.


               —Desde este momento Rajid se llamará Ramón y nosotros solo hablaremos
               castellano, ¿entendido? —dijo con firmeza doña Inés.


               Rajid y Milá asintieron.


               —Te lo dije, primero es el disfraz y luego el nombre —le susurró la niña.


               —No quiero volverlos a oír hablar la lengua del Reino del Elefante Blanco. En
               pocas semanas estaremos pisando tierras de la Nueva España y espero que el
               capitán y don Joaquín no cambien de opinión sobre ustedes.


               —Pero yo no quiero separarme de ti, ayita; no quiero ser regalo para nadie —
               gimoteó la niña.

               Doña Inés se acercó a ella y le acarició el cabello. Mi querida Milá, nada puedo

               hacer en este momento; pero si me ayudas a que Micaela se porte bien, te
               prometo que intentaré llevarte conmigo.
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