Page 136 - Hasta el viento puede cambiar de piel
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había hecho el dibujo, él lo negaba y yo recibía una suspensión de dos días y un

               millón de nalgadas en mi casa.

               Sólo que ahora no ocurrió así.


               En cuanto la directora hizo la pregunta, pasó lo más extraño de todo lo que he
               narrado. Justino se puso de pie, me miró de un modo extraño, del mismo modo
               en que me vio cuando rescatamos a la maestra y a mi prima, entonces confesó:


               —Es cierto, señorita directora. Ese papel es mío.


               Al final de clases yo quería averiguar qué había pasado. Vi cómo se acercaba
               Laura-Tania, la misma que había visto toda mi vida, la vi acercarse a toda
               carrera, con su cabello suelto y pude reconocer entonces a Tania, que me
               consultó:


               —¿Viste? ¿Qué bicho le picaría al Bicho? ¿Por qué diría la verdad?


               En ese momento, Mario se acercó a nosotras y dijo:


               —¿No fue eso más raro que ver un dragón motociclista? Lo van a expulsar por
               toda la semana, seguro.


               Yo apenas organizaba mis pensamientos, ¿qué era todo eso que recordaba sobre
               las mujeres desaparecidas?, ¿había ocurrido en realidad? Entonces, Tania
               preguntó:


               —¿Quieren que les siga contando mi sueño o qué?


               —Se parece muchísimo al mío —dijo Mario—. ¿No será que tengo ya un sello
               como ustedes?


               —¿Qué sueño? —pregunté muy intrigada.

               —¿Cómo que cuál? Tú también lo tuviste.


               —El de las desapariciones de mujeres —exclamó emocionado mi amigo.


               —Mario soñó igual que tú lo de la señora Frida, y Laura soñó lo de las pulseras.
               ¿No recuerdas? —me dijo extrañada Tania.
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