Page 132 - Hasta el viento puede cambiar de piel
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terribles debían ser esas noticias que ni siquiera me pudo sostener la mirada por

               más de dos segundos.

               —De eso quería hablarte: de tus amigas.


               Me quedé quieta, como imagino que espera un explorador desarmado el ataque
               de un tigre hambriento, así que esperé el ataque horrible de las palabras de la
               señora Lulú:


               —Tus amigas, Tania y Laura, ellas no podrán venir... Para que puedan venir
               deben tener un sello y ellas lo perdieron. Cometieron la tontería de salvar a un
               hombre y eso las hizo perder el regalo que les hice para combatir a los del sexo
               masculino, no para ayudarlos.


               En ese momento no lo pude creer. ¿También pretendía destruir a mis amigas por
               salvar a Mario? Grité indignada:


               —¿Cómo puedes castigarlas por hacer algo bueno?


               Pero ella no pareció escucharme. Me dijo entonces:


               —Por eso a ti no te transformé en flor. Estoy haciendo algo contra las reglas y
               sólo es por ti.


               Me quedé callada por la furia, como un volcán que contiene su fuerza. Como una
               olla de presión. Estaba a punto de estallar en lágrimas.


               —Tú y yo estamos muy unidas. Yo te vi nacer. Lo sabes, ¿no? El día que llegaste
               al mundo entré por la ventana del hospital. Me quedé ahí un momento, quería
               oírte llorar, pero al ver que no respirabas, me acerqué a la doctora Sara y cuando
               ella tomó aire para darte respiración, me puse frente a ella. Fui yo quien te dio la
               vida... por eso tu sello está tan relacionado con los vientos. Por eso te voy a
               conceder el favor de que vayas por tus amigas...


               No sé por qué de pronto sentí que estaba derrotada, olvidé a Mario, a mis nuevos
               amigos y al resto de los hombres y pregunté:


               —¿Y qué tengo que hacer?


               —Sólo tomarlas de la mano con fuerza. En ese momento, el viento rojo las traerá
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