Page 101 - Un abuelo inesperado
P. 101

• 27






               LA GOTA QUE COLMÓ EL VASO, leí, en aquella página que estaba marcada

               con la huella de una taza de café, o de un vaso, sería más lógico.





               Dice que se va, que no aguanta más. Me lo dijo ayer, después del partido de la
               selección. Su madre y la chiquilla se habían acostado hacía rato y la selección
               había perdido contra una sorprendente Austria. Decepción sobre decepción. Me
               habló de penas y de una voz interior que le decía que aquella no era su vida. Lo

               estaba escuchando y en la tele aparecían, uno tras otro, anuncios publicitarios.
               No sé qué más me dijo. «¿Y tu madre?», le pregunté. «Lo entenderá mejor que
               tú. Ella no es tan exigente», me contestó. Se levantó y se fue a su habita...





               –¡No te dije que no abrieses ese cuaderno! –me sorprendió la voz de mi abuelo.


               El cuaderno se me cayó de las manos. Levanté la cabeza y allí estaba él. Más
               serio que nunca, más alto que nunca, más pálido que un esquimal.


               Solo entonces me di cuenta de lo incómodo que había estado todo aquel tiempo
               que se me había pasado volando. Me dolía el culo, la espalda también.


               –Dámelo.


               ¿Cómo se había enterado de que estaba allí? Levanté la vista y vi la figura de
               Benito mirando por la ventana. ¿En qué momento se me había ocurrido ponerme
               a leer el cuaderno debajo de su casa? A la vista de todo el mundo, quiero decir,
               de Benito, de su mujer. ¡Qué bobo había sido! Solo a mí se me ocurre semejante
               cosa. Hasta Tarzán hubiese buscado un mejor rincón de lectura.


               Mi abuelo adivinó lo que estaba pasando por mi cabeza.


               –No pienses que me ha alertado Benito, que no.
   96   97   98   99   100   101   102   103   104   105   106