Page 97 - Un abuelo inesperado
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LAS PÁGINAS ESTABAN NUMERADAS en la esquina inferior derecha,
como en los libros. En la tercera solo había escrita una línea, en mayúsculas: ME
LLAMO GINÉS...
En las dos siguientes había dibujado un árbol genealógico. Allí estábamos todos.
Comenzaba con mi bisabuelo y la cosa derivaba por distintas filas y columnas.
Evaristo, se llamaba mi tatarabuelo. Ponía el año de la muerte, pero no el de
nacimiento. Había tenido cuatro hijos. Tres varones y una hembra. Los cuatro
comenzaban por la letra F. El padre de mi abuelo se llamaba Fabricio. La lista
iba y venía. El último era yo. Mi nombre, mi fecha de nacimiento y un signo de
interrogación. Pasé de página y apareció la letra inconfundible e inclinada de mi
abuelo. Las aes parecían menos hinchadas. Hablaba de su padre, de su madre, de
su hermano Gerardo, de su hermana Gloria, de todo un poco. Leí:
A los nueve años tuve una armónica de diez celdas. Reluciente, de tapas
metálicas. Una Hohner. Me la regaló mi tío Francisco que vino a vernos. Mi tío
Francisco vivía en Stuttgart. Se había casado con una mujer alemana mucho
mayor que él, viuda y dueña de una casa de comidas. Pero vino solo, sin la
viuda. Creo que él me pasó el gusanillo de la cocina. Quién sabe...
Un domingo encontraron el cuerpo de la señora Hortensia en el soto. Flotaba
enganchado en las raíces de los sauces de la orilla del río. Hinchada como una
rana, me ha dicho mi amigo Benito. También me ha dicho que al parecer fue él
el último que la vio con vida...
«Tu padre ha muerto», me dijo mi madre, pálida, con los ojos completamente
rojos. He sido el primero de los hermanos en saberlo. Mi madre me ha abrazado