Page 20 - Un abuelo inesperado
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               –DESPIERTA –me dijo mi abuela.


               –¡Eeeh!


               –No te asustes, hijo. ¡Cómo te pareces a tu padre!


               –Espero que no –dijo mi abuelo sin apenas despegar los labios.


               –Qué tonterías dices, Ginés.


               –Ni la mitad de las que dices tú, Irene.


               –Ya casi hemos llegado a casa.


               –Es aquella, la de la chimenea más alta –dijo mi abuelo soltando el volante,
               señalando con el dedo–. No sé cómo te pudo poner tu padre ese nombre. No
               llegó ni al capítulo quince.


               –Deja al chico en paz. Ismael es un nombre bien bonito.


               –Sí, como Edelberto. Muy bonito, sí.

               ¿Casa, chimenea, capítulo quince...? Me había quedado dormido en el viejo
               coche de mi abuelo. Había caído como un saco de patatas nada más entrar. Y

               nunca mejor dicho, porque era eso lo que compartía conmigo el asiento de atrás.

               «Espero que no te moleste ir acompañado por un saco de patatas. No hace falta
               que le pongas el cinturón de seguridad», me había dicho mi abuelo ya dentro del

               coche.





               El tren había llegado puntual a la estación. Mis abuelos también. Al apearme
               había caminado, arrastrando los pies, como si me costase avanzar, hacia aquellas
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