Page 27 - Un abuelo inesperado
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               ME QUEDÉ CALAMAR, sin tinta, sin saber qué decir. Con la boca abierta, salí

               de la habitación de mi padre, ahora mía. Con la boca abierta, bajé las escaleras.

               –¿Qué? –me preguntó mi abuelo chasqueando los nudillos.


               –...


               –Te pregunto que qué te ha parecido el aposento de tu padre.


               –No sabía que papá pintaba, ni que nadaba...


               –No sabes tantas cosas de tu padre... Nunca estaba de acuerdo con nada. Pero no
               seré yo quien... Venga, vamos a por el saco. ¿Dónde se habrá metido Tarzán?
               Está más fuera que dentro.


               –Abuelo, ¿te puedo hacer una pregunta? –dije mirando aquel cacharro con
               ruedas.


               –Dime, hijo.


               –¿Qué coche es este?


               –¡Cómo que qué coche es este! Es mi coche. El único que he tenido. El mismo
               en el que aprendió a conducir tu padre. No se le daba mal. Luego le cogió miedo,
               por lo del accidente. En realidad solo fue un choque sin importancia. A tu padre
               no le pasó nada; al coche, un bollo; al tronco del árbol, ni un rasguño. Ya no se
               atrevió a cogerlo. No te niego que es viejo, con sus achaques y eso, igual que yo.
               Lo malo es que ya no hay piezas de repuesto, pero tiene que aguantar mientras
               yo respire.


               –¿Y por qué no has metido el saco de patatas en el maletero?


               –Esa sí que es buena, que por qué, que por qué... Coge la llave e intenta abrirlo.
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