Page 15 - Un poco de dolor no daña a nadie
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conciencia y el dolor se alejó de su cuerpo. La anciana le hizo una cruz con las

               uñas en el pecho y le arrancó el corazón de cuajo, lo sostuvo en alto y luego lo
               mordió, como si fuera una manzana rabiosamente roja.

               A través del techo roto, la luna atestiguó en silencio aquella escena brutal.


               La misma luna blanca, recortada sobre un cielo negro como el carbón, que su
               hermana Lola y sus amiguitas miraban desde la ventana de su cuarto, esperando
               descubrir una bruja volando en su escoba en aquella fría noche de Halloween,

               aunque su mamá les había asegurado que en esta época las brujas ya no existen.
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