Page 18 - Un poco de dolor no daña a nadie
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—No me haces tonta; mejor cállate.


               Estaba claro que para ella era mejor pelear conmigo que con él. Los hijos somos
               propiedad privada de nuestros padres.


               La calma regresó. Conversaron sobre la abuela, que se enfermó de cáncer de
               páncreas. Hablar de otros siempre era más cómodo que hablar de sí mismos. Por
               la ventanilla desapareció la ciudad y apareció el bosque. Dos horas más tarde yo
               estaba jugando con mi videojuego, cuando cambiaron el volumen de voz. Me

               puse nervioso, mi dedo pulgar se volvió loco y maté enemigos como nunca.

               —¿Estas son las vacaciones de ensueño que me prometiste? —dijo mamá
               llorando—. Aguantar a 40 alumnos necios es más fácil que aguantarte —agregó

               —. Es que es maestra de primaria.

               —Ya van a empezar otra vez —dije, sin despegar los ojos del videojuego. Papá
               contestó, pero ni lo oí, porque en ese momento ya tenía los audífonos puestos y

               subí el volumen de la canción para aislarme. Pero para ser sinceros, hubiera sido
               necesario arrancarse los ojos para no ver nada.

               Si una pelea entre tus padres es mala y crees que has visto lo peor, no sabes

               nada.

               Ruega que se desgreñen, pero no en el auto a 80 kilómetros por hora y en medio
               de un diluvio parecido al que le mandaron a Noé. ¿Esperaban que una historia

               como esta tuviera un final feliz? Eso no pasa ni en los libros de superación
               personal que le encantan a papá. Una bofetada sacudió a mamá. Ella manoteó y
               se le echó encima. De pronto el auto derrapó en la carretera y se precipitó contra
               la noche. Dimos vueltas. Salté desde el asiento trasero y me golpeé con el techo.
               El videojuego salió volando y no pude matar al peor enemigo. Antes de perder el
               sentido alcancé a ver que los árboles huían a toda prisa de mí.


               Durante el tiempo que permanecieron internados en el hospital, estuve solo en
               casa. Papá se quebró el brazo izquierdo, el fémur y tuvo una fisura en el cráneo.
               Tardó días en recobrar la conciencia por el golpazo en la cabeza. A mamá le fue
               un poco mejor: solamente tuvo contusiones en diferentes partes del cuerpo y se
               fracturó una muñeca y la nariz, pero por fin pudo aprovechar para arreglársela,
               pues según ella era digna de una bruja.


               La tía Juani les recomendó que siguieran los nueve pasos para componer un
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