Page 74 - El sol de los venados
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los ojos.
En ésas, aparecieron la abuela y la tía Albita. La abuela parecía más joven. Ella
decía siempre que la tierra caliente la rejuvenecía. A lo mejor era verdad.
En La Rochela no hacíamos nada del otro mundo, pero no había necesidad
porque todo nos parecía nuevo.
Un día fuimos a la acequia. En la orilla, varias mujeres lavaban la ropa. Casi
todas tenían un pañuelo atado a la cabeza para protegerse del sol. La acequia era
un pequeño río manso y cristalino, lleno de pececitos que Tatá y yo tratábamos
de atrapar con las manos, sin conseguirlo nunca.
Coqui y el Negro jugaron a los vaqueros en medio del agua, y Nena se entretuvo
llenando con agua un cubo de plástico. Mamá tenía puesto un traje de baño
satinado, con unos peces azules en la parte de adelante. Mamá reía y hacía reír a
la abuela, a la tía Albita y al tío Ramiro.
¡Qué bonita se veía cuando se divertía! En La Rochela podía descansar y
olvidarse de todas las tareas de la casa.
Regresamos ya entrada la noche. Estábamos bronceados y muertos de sueño.
Nos fuimos a la cama apenas terminamos de cenar.
Esa noche soñé que una mujer de agua salía de la acequia, iba hasta la orilla,
tomaba a mamá de la mano y se la llevaba con ella mientras Tatá y yo corríamos