Page 76 - El sol de los venados
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Por la tarde, fuimos a un parque con la tía Albita, mamá y los primos. La abuela

               se quedó en casa cuidando a Nena y a José.





               Al llegar al parque, vimos a don Gastón, un policía que habíamos conocido en
               nuestras pasadas vacaciones y que se encargaba de que todo marchara bien en el
               lugar. Era muy amable, pero también muy severo con los niños que se portaban
               mal. Cuando los pillaba haciendo una travesura, les hacía dar una vuelta al

               parque en cuclillas, y hasta dos y tres si la travesura era muy grave.





               Mamá y la tía Albita, que no agotaban nunca sus temas de conversación, se
               sentaron a hablar en un banco mientras nosotros nos lanzábamos sobre los
               columpios y los toboganes.






               Al cabo de un buen rato, mamá nos llamó para que fuéramos a tomar un
               refresco. La tía Albita empezó a contarnos:






               –Uno, dos, tres, cuatro... Falta Coqui...






               –Hace un minuto lo he visto en el tobogán –dijo mamá con angustia.





               –Vamos a buscarlo –dijo Tatá decidida.






               –¡Ah, no, no, ustedes se quedan aquí! –dijo la tía Albita con voz de sargento.






               Las dos recorrieron el parque, hablaron con don Gastón y volvieron al cabo de
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