Page 81 - El sol de los venados
P. 81

–Cuídate, mijita, nada de cargar cosas pesadas. Yo estoy de vuelta dentro de un

               mes.





               –No se preocupe, doña Flora, que voy a pedirle a Josefina que vaya de vez en
               cuando a ayudarla en la casa –dijo papá.






               Josefina es una mujer muy pobre que vive de lavar ropa. La abuela suspiró como
               diciendo: “No es igual”. Y creo que tenía razón, porque a la abuela no la iguala
               nadie en el trabajo de la casa.






               Partimos sin querer partir. La tía y la abuelita se quedaron llorosas, y Lucho y
               Javier parecían tristes. Sólo el tío Ramiro estaba tranquilo, aunque también me
               pareció inquieto cuando se despidió de mamá:






               –Cuídese, Helenita –le dijo.





               ¿Pero qué diablos le pasaba a mamá que todo el mundo no hacía sino decirle que

               se cuidara?





               No pregunté nada. Ya sabía lo que iban a responderme: “Son cosas de mayores,
               Jana”.






               Pasamos frente al mercado. Las casetas de cinc brillaban bajo el sol, y el olor del
               pan más rico del mundo nos inundó.
   76   77   78   79   80   81   82   83   84   85   86