Page 45 - La venganza de la mano amarilla y otras historias pesadillescas
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madera, forrado con piel humana. La idea era que se encerraría en él, vestido de
negro, y al abrirlo el baúl estaría vacío. Pero enseguida se volvía a cerrar para
volverlo a abrir y tu padre aparecería de nuevo pero con un traje de color rojo.
Por su cara pasó una sombra de tristeza.
—Sin embargo algo salió mal, y él no apareció jamás —hizo una pausa—.
¿Recuerdas que te lo he contado varias veces?
Yimi hizo un esfuerzo por recobrar aquel recuerdo pero fue en vano. Se tocó la
cabeza y sus dedos se mancharon de sangre. Notó que tenía una herida abierta
encima de la sien.
Su mamá lo miró con cierta ternura y comentó:
—Ya volviste a sangrar. Hijo, no te desesperes, tómalo con calma. Desde que te
caíste de las escaleras y te golpeaste la cabeza tienes dificultad para recordar.
Límpiate con este pañuelo. Esa herida no quiere cerrar.
—¿La herida?
—Ese grito que oíste es tu propio grito. El niño parecía desconcertado. Intentó
ordenar sus recuerdos.
—¿Cuándo pasó eso, mamá?
Hace doce años, durante aquel invierno donde se blanquearon las calles con la
nieve, justo dos meses antes del accidente.
—¿Accidente?
—Hizo tanto frío. Nos quedamos dormidos y no nos dimos cuenta de que se
apagó la flama del calentador de gas. Pronto el gas alcanzó hasta la habitación
donde dormíamos.