Page 70 - El disco del tiempo
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POR fin había visto directamente el Disco de Festos, sin que ningún medio de
               transmisión se interpusiera entre su curiosidad y el objeto, entre su pupila y la
               arcilla color miel. Exceptuando la vitrina. Recordó la cara de consternación del

               guardia cuando le pidió que retirara la vitrina para que pudiera contemplarlo más
               directamente.

               —Oxi, den boró.


               Imposible. Tal privilegio sólo se había concedido un par de veces en los últimos
               cincuenta años a investigadores recomendados por una veintena de
               universidades prestigiadas. Un simple turista francés tenía que conformarse con

               atisbar detrás del vidrio… que para eso era transparente.

               La discusión había sido observada en silencio por una muchacha delgada y
               morena que no podía disimular su curiosidad. Philippe reparó en su presencia

               pero la olvidó a los pocos segundos para concentrarse en el disco.

               Ahí estaban los cuarenta y cinco signos, componiendo ese mensaje que tanto lo
               había desvelado. En esos momentos frente al Disco de Festos, Philippe sintió

               aletear sobre su cabeza la presencia numinosa de una realidad intuida, las alas
               poderosas de la revelación que pugnaba por producirse ante el custodio del
               museo, Philippe y la muchacha.


               Se separó de la vitrina que contenía el tesoro antes de que lo hiciera la chica,
               porque a través del catálogo de mano había otro objeto invaluable. Era un anillo,
               pero no en forma de círculo, como el Disco de Festos, sino un óvalo. Un anillo
               que era un sello, como tantos que han sido encontrados en los sepulcros de los
               señores micénicos que dominaron Creta y fueron la historia que hizo la leyenda
               de los héroes de Homero.


               —¡Mon vieux, tienes suerte! —se congratuló Philippe—, si has venido un año
               antes, no hubieras podido ver el anillo. Y sin duda que vale la pena. El
               Champollion que todos llevamos dentro me dice que ese anillo tiene las claves
               para leer el disco. En su diminuta superficie está expuesto todo un tratado
               teológico minoico y tal vez tres signos del disco: el barco, el ídolo y el papiro.
               Pero éste sí lo tengo que ver en directo, sin vitrina. Allons enfants de la patrie!
               ¡A la oficina del director del museo!
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