Page 74 - El disco del tiempo
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—Ya lo hice —afirmó Philippe.
—Enhorabuena. ¿Pretende usted superar a Evans?
—No. Pretendo descifrar la escritura del Disco de Festos.
—Un miembro más para su club, amigo Dimitri —dijo M. Kostas con una voz
escéptica—, en lo personal pienso que eso es imposible mientras no aparezca por
lo menos una decena de discos parecidos.
—¿Y por qué tendrían que ser necesariamente discos? —preguntó Philippe
lanzando la última mirada hambrienta al anillo de Minos.
—Hemos reservado lo mejor para el final —dijo Dimitri mientras el anillo de
Minos iba de regreso a su vitrina— el museo, representado por su digno director,
ha tenido a bien concederme el observar directamente el Disco de Festos. Y
quiero compartir ese honor con usted, Philippe.
—El disco está expuesto al interés de los visitantes y al estudio serio de los
investigadores, profesor Constantinopoulos —aclaró M. Kostas— como
comprenderá, no es cuestión de sacarlo todos los días. En atención a su
experiencia académica y al interés que ha demostrado durante toda su vida
profesional por el Disco de Festos es que la vitrina que lo resguarda se abrirá
para usted y su… joven protegido.
En ese momento, y como obedeciendo a una coreografía prefijada, volvió a
abrirse la puerta de la oficina y un custodio entró sosteniendo entre sus manos
enguantadas y sobre un paño el Disco de Festos. Philippe contuvo la respiración.
Por fin, y sorpresivamente, iba a examinar directamente el objeto de sus
desvelos. Podía verlo sin verlo, proyectarlo en su mente y recorrer los suaves
relieves de los sellos impresos. Sabía de memoria sus imperfecciones, podía
deletrear el paisaje de arcilla y consideraba como sus viejos amigos a los
personajes humanos, al lirio, al trigo y al azafrán, a la paloma y al águila, al
guante de boxeo cretense, a la tibia que quizás era una flauta y a los signos
indeterminados, palpitantes de promesa en su incógnita.
Dimitri supo qué clase de sentimientos abrigaba Philippe, pues en su juventud
había sido mordido también por la pasión del disco. Con un gentil movimiento
de cabeza, le dijo: