Page 93 - El disco del tiempo
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atroz e inexorable, que se había llevado a Androgeo y a la bella Erissa, de
ondulantes trenzas.
Ariadna temblaba delante de Teseo. Una fuerza terrible la empujaba hacia él y le
echó los brazos al cuello y lo besó en la boca. Él permaneció frío y con mano
firme apartó los brazos de la princesa que se enredaban en su cuello.
—Mi padre es Egeo. Mi madre Etra. No me engendraron para morir como un
toro degollado después de haber saciado el deseo de una princesa loca.
Ariadna sintió las palabras de Teseo como una bofetada. Retrocedió como una
bestia herida y en ese momento, salido de la penumbra, un hombre se abalanzó
contra Teseo.
Lo tiró al suelo y comenzó a golpearlo salvajemente. Teseo rodó sobre su
espalda y logró incorporarse para defenderse del ataque. Su adversario llevaba el
cabello suelto y le fue fácil al trecenio asirlo por la melena para golpearlo en el
estómago. Ariadna había retrocedido hasta el Trono de los Grifos y estaba tan
sorprendida como Teseo por el súbito asalto.
A la débil luz de las lámparas, refulgió el brillo de una doble hacha que
empuñaba el misterioso atacante. La dirigió al cuello de Teseo, pero éste alcanzó
a desviar el golpe y le torció el brazo a su oponente. La doble hacha cayó al
suelo y los dos hombres prosiguieron una lucha sorda. Sigilosa, Ariadna tomó el
arma en sus manos, mientras sus ojos se esforzaban en seguir la lucha
inesperada.
Por momentos, parecía que Teseo sería el vencedor, pero su oponente redoblaba
esfuerzos y hacía llover golpes inmisericordes sobre el pecho y el estómago del
trecenio. Éste trataba de evadirlos y a su vez golpeaba sin tregua. En un
momento, el enemigo de larga cabellera se impuso sobre Teseo y lo tiró al suelo;
inmovilizándolo con su peso, lo intentó ahorcar con la fuerza de sus manos.
Entonces, al débil resplandor de las lámparas, la princesa Ariadna clavó la doble
hacha que era el emblema de su palacio, de Knossos y de la talasocracia, además
de un arma de mortal filo, entre los omóplatos del desconocido, que aflojó las
manos sobre el cuello de Teseo y cayó sobre el héroe trecenio, lanzando la vida
por la boca, en un chorro de sangre. Teseo miró a Ariadna con ojos salvajes.
—Me salvaste la vida. Ahora estoy en deuda contigo.