Page 44 - Sentido contrario en la selva
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Donde gracias a unos tucanes, la vida me cambia…
FALTABAN UN DÍA O DOS para que nos internáramos de nuevo en la selva.
Un día o dos, para que don Tomás de Pablos organizara su propia expedición a
Yaxchilán. Un día o dos, para estar con Claudia.
El amor debe ser una cosa terrible, o me acaba de dar un caso de último grado.
Amanecí antes de las seis de la mañana. Eso, en un adolescente es cosa rara. La
luz apenas se abría paso entre las hojas. Parecía que se escuchara cómo las hojas
se movían, desperezándose invisiblemente a la luz.
Quería estar despierto para cuando ella se levantara. Debo estar gravísimo,
pensé, dirigiéndome hacia el comedor. Comeré algo para ver si se me pasa esta
sensación de burbujas en la panza. Frente al comedor encontré a Ricardo,
sentado, la cabeza hacia atrás, las piernas estiradas sobre otra silla, mirando
hacia arriba, una taza de café humeante entre las manos. A su lado, otras dos
sillas, frente a frente.
—Qué hay, Nico, es la primera vez que te veo circular a esta hora.
Lo miré y me imagino que las burbujas se habrán pintado en mi cara porque
Ricardo sonrió.
—Mira, Nico —dijo señalando hacia arriba. Mira esas copas de los árboles…
Yo miré, pensando más bien que lo que quería era preguntarle a él qué se hacía
con esto que siento, qué decirle a Claudia, cómo…
Entre burbujas, concentré mi atención en el dosel de la selva. Eso que llaman
dosel es una especie de techumbre que forman las copas de los árboles, donde
queda poco espacio para ver el cielo.
—¿Te fijas, Nico, que las copas de los árboles casi se tocan, pero sin hacerlo del
todo?