Page 52 - Sentido contrario en la selva
P. 52

Donde cierro y abro la boca cuando no corresponde…






               LOS PREPARATIVOS PARA LA NUEVA INCURSIÓN en la selva estaban

               listos. Nos acompañarían unos hombres contratados en otro poblado, que
               llevarían perros entrenados en seguir el rastro del felino. Es decir, que sólo
               seguían al jaguar y no la huella de los otros tantos animales que habitan en la
               selva: puerco espín, jabalí, armadillo, tapir… Parecían perros comunes y
               corrientes, más bien como de esos canes amarillos que no tienen una raza
               definida. Pero resulta que eran unos animales carísimos, que eran tratados como
               si fueran Harrison Ford filmando Indiana Jones y el jaguar. Que si la comida
               especial para ellos, que si la dotación de agua de ellos era más importante que la
               nuestra, que si el campamento de los perros y sus platos… “y sus pantuflas”, me
               daban ganas de agregar. Me empezaron a caer medio mal los susodichos.
               Apuesto a que Harrison no es ni la mitad de pesado y eso que él podría darse el
               lujo.


               Ahora bien, resulta que los animales suelen correr peligro, porque el jaguar, al
               sentirse acorralado, puede dar zarpazos y en cada expedición se pierden uno o
               dos perros. Creí que se me haría justo, pero no fue así. Me dio horror pensar que
               tendríamos que regresar con un perro descuartizado.


               La incursión se anunciaba complicada. Sita se veía nerviosa; Ricardo parecía
               concentrado. Preparaba sus cámaras, lentes, objetivos, rollos. Emilio y Norma

               alistaban el equipo como si la expedición fuera a ser en el espacio exterior.
               Maletín para el jaguar: escopetas y cargas para adormecerlo, botiquín básico
               porque a veces los encuentran en mal estado, con heridas o con unos gusanos
               que se les meten por las patas. Bisturí, anestesia, material de curación. Collar
               con un microchip que costó una fortuna. Lo traen en un estuche como si se
               tratara de una joya y Emilio dice que vale más que un diamante sudafricano. Ese
               microchip transmitirá información, por vía satélite, de dónde anda nuestro
               jaguar, en qué límites se mueve y eso nos permitirá entender parte de sus
               costumbres.


               La cena fue extraña. Saldríamos antes de las cinco de la mañana. Nos
               concentrábamos en disfrutar nuestra comida caliente y en plato. Preparada en
   47   48   49   50   51   52   53   54   55   56   57