Page 53 - Sentido contrario en la selva
P. 53
una cocina y no en una estufita o directamente de la lata como hicimos la última
vez.
Don Tomás de Pablos y Claudia partían también al día siguiente a Yaxchilán.
Claudia y yo nos mirábamos de lejos como si hubiéramos hecho un acuerdo de
que los demás no se dieran cuenta de lo que nos había sucedido en la cascada.
Durante la cena, Claudia dijo que le gustaría unirse a la expedición del jaguar, en
vez de ir con su padre. A mí se me atragantó la comida, mientras que mi cabeza
decía “sí, sí, sí”. Don Tomás pronunció claramente “NO”. Ni hablar, dijo.
Ricardo también meneó la cabeza negativamente. Pero explicó mirando a
Claudia que entre más reducida fuera la expedición mayores oportunidades
habría de encontrar a nuestro jaguar. No dijo nuestro, eso lo agrego yo. No me
había dado cuenta hasta ese momento de que el hecho de que me llevaran a mí,
que no les sirvo para nada, era un lujo. Sita me lo había dicho —no dijo que yo
no servía para nada— pero en ese momento mi berrinche no me permitió
entenderlo. Claudia quedó silenciosa y pensativa.
Mientras recogíamos los platos en la palapa–cocina, traté de consolarla.
—Quizá no encontremos al jaguar… la otra vez así fue… Claudia, y además tu
padre se preocuparía… —intenté.
—No hace falta que digas nada. Tenía más ganas de estar contigo que de
encontrar un jaguar —respondió Claudia.
Alguien en mi interior exclamaba: “¿Ya oíste lo que te dijeron? Cretino,
¡¡¡¡REACCIONA!!!!” Y yo me quedé paralizado con un plato en la mano. El
personaje en mi interior seguía gritando: “¿Te vas a quedar ahí pasmado?
¡¡¡Habla!!!”
—… —pronuncié con los ojos.
Claudia se rió.
—Traes los ojos como platos, Nicolás, ¿qué te pasa?
—… ¿Oí bien? ¿O me imaginé que te importo más que un jaguar?
—Me importas más.