Page 84 - Sentido contrario en la selva
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La miré sorprendido pero no tanto. Esto coincidía con la sensación que yo había

               tenido de que ella estaba presente durante todo ese recorrido.

               Lo que puedo decir es que nos besamos. Le conté el camino hasta el jaguar y nos
               besamos.


               Me contó cómo, en Yaxchilán, habían levantado pasto donde parecía no haber
               nada y cómo fue apareciendo la forma de un cuadrado hecho de grandes piedras,
               y una más grande que las otras con inscripciones. Quizás una casa, o un templo

               chiquito, dijo Claudia, y nos besamos. Y entonces le conté acerca de la avioneta,
               la pista, los costales, las palabras de Pedro. Y ahí no nos besamos. Claudia
               pareció alarmarse.


               —Pero, Nicolás, hay que avisarle a alguien…

               —No quise… —dije dudoso— no quise traicionar a mi amigo.


               —Pero, esas palmeras que dices que hay ahí envueltas, son tráfico ilegal…
               insistió Claudia.


               —¿Por qué ilegal?


               —Son palmeras que se llevan a otros países, donde se venden caras por su color,
               mientras que aquí van acabando con la especie y dejan grandes huecos en la
               selva. Además, se alteran otros cultivos porque la siembra de esas plantas les da
               más riqueza… En fin, creo que son muchas las cosas malas que ocurren con ese
               comercio. Escuché a mi padre hablar con varios biólogos… Y Pedro, quién iba a
               imaginar…


               —Me sorprendió muchísimo —admití— verlo hacer tratos con esas personas de
               las camionetas.


               —Nico, hay que decirle a alguien. Yo creo que nos toca.


               Guardé silencio. No quería traicionar a nadie, me parecía algo que no se hacía,
               que no se le hacía a un amigo, a alguien que me había tratado bien, que me había
               llevado en avioneta, que me había tratado como si yo fuera más grande, que me
               había dejado sentado en Comitán hasta que casi era demasiado tarde para
               regresar a la selva… Empecé a ver las cosas de distinta manera, sentí que tal vez,
               pudiera ser, que Pedro no haya sido tan sincero, ni tan amable, sobre todo en
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