Page 80 - Sentido contrario en la selva
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vez que Pedro me mostró las lagunas desde el aire, aquel día en Comitán y lo
que parecía una amistad con él. De pronto pensé que parecía que llevara un
siglo en la selva, cien largos años en los que había pasado de todo. El Nicolás
de antes se veía borroso, y el de ahora, el de ahora sólo sabía que Claudia
había llegado y que pronto le contaría el encuentro con el jaguar.
El Nicolás de ahora no podía ignorar que se acercaba el final de la expedición, el
regreso y la despedida. Pero, por lo pronto, Claudia se estaba bañando, faltaba la
fiesta de celebración y un momento a solas con ella que yo estaba planeando.
Además, yo sabía por experiencia que uno puede cerrar los ojos casi hasta el
momento en que no queda otra más que despedirse. Así solamente duele un
minuto.
Ricardo se acercó.
—Nicolás, hoy en la noche será un buen momento para que hagas algo lindo por
Claudia.
—¿Sí?… ¿como qué? —balbuceé colorado.
—Como que le digas algo realmente bonito o le regales algo —dijo mirando a su
alrededor, haciendo un gesto como que ahí no era posible encontrar nada—. A
las chicas, bueno, a las mujeres, les gusta que las celebraciones sean muy
completas, eso implica regalo o declaración amorosa, ¿sabes? Y es muy
importante no decepcionarlas.
—Bueno… —dije queriendo acercarme y queriendo correr, por aquello de los
sentidos contrarios.
Le agradecía a Ricardo sus consejos y su complicidad, pero al mismo tiempo me
avergonzaba que todo mundo pudiera ver lo que me pasaba si Claudia estaba
cerca. Además, se me ocurrió allá en el fondo de mi cabeza que Sita también
recibiría un tratamiento especial. Y me daba alegría y un poco de celos, también
por aquello de los sentidos contrarios.
—Nico, ¿has visto o notado algo extraño en la pista o en la avioneta de Pedro?
—lanzó Ricardo de manera directa.
—Pues…