Page 85 - La desaparición de la abuela
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               EL gran escándalo desatado en el Paraíso hizo que sus atontados y beatíficos
               huéspedes despertaran. Uno a uno, fueron saliendo de sus habitaciones, todos

               vestidos con largas batas blancas, sonriendo, como siempre, pero extrañados de
               que la paz hubiera sido alterada de tan inusitada manera.

               Con pasos lentos y silenciosos fueron llegando hasta la puerta de cristal, pero

               ésta se encontraba cerrada o, más aún, sellada. ¡No podían abrirla! Rodrigo se
               dio cuenta de lo que pasaba y les dijo a sus amigos que debían dejar salir a toda
               esa gente lo más pronto posible.


               Un chiflido fue suficiente para que los que no tenían hombres azules que
               someter, se acercaran a ellos. Fermín y Esteban les explicaron rápidamente que
               había que sacarlos de ahí.





               Ni tardos ni perezosos, un centenar de niños recogieron piedras y las hicieron
               llover sobre la puerta.


               ¡Una... dos... tres... cuatro... cinco... seis... ¡y veinte y treinta...! ¡El cristal, grueso
               y fuerte, pero cristal al fin y al cabo, cedió ante la fuerza infantil y se desplomó

               hecho añicos.

               En ese momento, Conrado Mustaquio cayó en la cuenta del error que había
               cometido. Nunca lo hubiera sabido, si no fuera porque el Vigilante Mayor, al

               huir despavorido de las garras de los niños, se encontró con su jefe en la central
               informática.

               Un pequeño foco rojo se lo indicó todo.


               —¡Señor! ¡Oprimió el botón equivocado y en este momento todo el mundo...,
               todo el planeta..., toda la Tierra está viendo lo que sucede aquí...!


               Conrado palideció y jaloneó de las solapas a su subalterno.
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