Page 67 - Puerto Libre. Historias de migrantes
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canción de cuna.


               Y entonces el viento fue otra vez juego paseándose por entre las ramas de los
               árboles; fue barco donde subirse para llegar a otros mundos; tren dando el último
               aviso a unos pasajeros que con ansia esperaban marcharse a un lugar fantástico.


               Y luego el sonido de un tambor cuando ya el sueño llegaba.


               ¿No era un tambor?


               Era el bastón de mi Yaya.


               —Y a mí que me muerda un perro, ¿verdad? —nos dijo.


               Recuerdo que la palabra perro me provocó un muy contagioso e idiota ataque de
               risa antes de quedarme profundamente dormida.
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