Page 65 - Puerto Libre. Historias de migrantes
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Casa de madera






               “YO SOY mi casa”.


               Eso lo escribió una poeta mexicana llamada Guadalupe Amor, y por más que
               uno trate de explicar esa frase, resulta del todo imposible. Pero hay quien al
               primer golpe de vista comprende que el verdadero hogar tiene mucho que ver

               con los afectos y poco con el suelo que se pisa, el techo que se mira en las tardes
               de ocio y las ventanas que se cubren (o no) con cortinas. Yo pertenezco a estos
               últimos y lo descubrí cuando tenía ocho años y me mudé a vivir a un pueblo
               perdido del estado de Texas llamado Freeport.


               Lejos de todo.

               Sin juguetes, escuela, amigos. Sin mi cama, mi señor cartero, mi carrito de los

               helados. Sin las misas de domingo, las cenas en la pozolería del jardín, los
               paseos calle arriba y calle abajo con mi Yaya. Sin teléfono, calefacción,
               ventilador. Sin cosa alguna que me indicara claramente que aquella casa de
               madera era mi casa.


               Pero lo era.


               Íbamos por dos meses y nos quedamos ocho.
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