Page 126 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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120                    BATALLA  DEL  GRANICO

           Desde  Lampsaco,  el  ejército  siguió  avanzando  sin  separarse  mucho  de  la
       costa, llevando en vanguardia al lincestio Amintas  con un  escuadrón de  caballería,
       el  de  Apolonia,  y  cuatro  escuadrones  de  sarissóforos.  Al  acercarse,  se  les  rindió
       la  ciudad  de  Príapos,  en  la  Propóntide,  no  lejos  de  la  desembocadura  del  Gra­
       nico;  las  circunstancias  en  que  se  encontraba  aquella  plaza,  que  dominaba  la  lla­
       nura  de  Adrastea,  bañada  por  el  Gránico,  eran  de  importancia,  pues  según  los
       informes de Amintas el ejército persa había avanzado hasta las  orillas  del Gránico,
       razón  por la  cual  era  de  esperar  que  se  produjese  allí  el  primer  encuentro  con  el
       enemigo.
           Era  evidente  que  Alejandro  deseaba  descargar  cuanto  antes  el  primer  golpe;
       razón  de  más  para  que los  persas  hubieran  procurado  rehuirlo.  En  el  consejo  de
       guerra  celebrado  en  Zelea,  Memnón  había  querido  disuadir  a  los  demás  de  co­
       menzar  una lucha  que  difícilmente  prometía  una  victoria  y  que,  aun  en  caso  de
       vencer,  no  reportaría  ninguna  ventaja;  alegó,  en  apoyo  de  su  criterio,  que  los
       macedonios eran muy superiores a los persas en  cuanto  a  infantería y  doblemente
       peligrosos,  puesto  que  combatirían  al  mando  de  su  rey,  mientras  que  Darío
       estaba  lejos  de  sus  tropas;  aun  suponiendo  que  los  persas  resultasen  victoriosos
       de  esta batalla,  los  macedonios  tendrían la  espalda  cubierta y  su  pérdida  sexredu-
       ciría a la de un ataque frustrado;  en cambio, los persas,  si  salían derrotados,  perde­
       rían. el  país  que  estaban  obligados  a  defender:  en  aquellas  condiciones,  todo
       aconsejaba  rehuir  la  batalla  decisiva.  Alejandro,  seguía  argumentando  Memnón,
       sólo  tenía  provisiones  para  poco  tiempo;  lo  que  había  que  hacer  era  irse  reti­
       rando  lentamente  hasta  dejar  a  sus  espaldas  un  desierto  en  el  que  el  enemigo
       no  encontrase  refugio,  ganado  ni  techo;  entonces,  Alejandro  se  daría  por  vencido
       sin  necesidad  de  presentarle  batalla  y  con  un  daño  relativamente  pequeño  se
       evitaría un mal mayor e incalculable. El  parecer de  Memnón  no  encontró  la  me­
       nor  acogida  en  el  consejo  de  guerra  de  los  generales  persas;  fué  considerado  in­
       digno  de  la  soberanía  de  un  país  como  Persia;  se  opuso  a  él,  sobre  todo,  el
       hiparca  Arsites  de  la  Frigia  helespóntica,  alegando  que  no  permitiría  que  en
       su  satrapía  se  pegase  fuego  a  una  sola  casa.  Los  demás  persas  votaron  con  él
       en  pro  de  la  batalla,  tanto  por  ganas  de  pelear  como  por  aversión  contra  aquel
       intruso  griego,  a  quien  el  rey  guardaba  ya  demasiadas  consideraciones  y  que
       parecía  querer alargar la  guerra  para  seguir  haciéndose  poderoso  a  la  sombra  del
       rey.  Ordenaron  que  el  ejército  persa  saliese  al  encuentro  de  los  macedonios  hasta
       las  orillas  del  Gránico  y  acordaron  cortar los  avances  de  Alejandro  en  las  escar­
       padas  márgenes  de  aquel  río.  Y  emplazaron  a  sus  tropas  en  la  ribera  derecha,
        haciendo  que  la  orilla  fuese  cubierta  por  la  caballería  persa  y  el  terreno  pen­
        diente,  a  alguna  distancia  del  río,  por  los  mercenarios  griegos.
            Mientras  'tanto,  Alejandro  avanzaba  por  los  llanos  de  Adrastea  hacia  el
        Gránico,* la infantería pesada repartida entre las  dos  columnas  de las  alas  derecha
        e  izquierda,  en  el  flanco  derecho  la  caballería  macedonia  y  en  el  izquierdo  la
        tesaliense  y  la  griega;  las  bestias  de  carga,  con  la  mayor  parte  de  la  infantería
           *  Véase  nota  5,  al  final.
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