Page 127 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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BATALLA  DEL  GRANICO                     121

      ligera,  detrás  de  estas  dos  columnas;  en  vanguardia  iban  los  sarissóforos  y  como
      unos  quinientos  hombres  de  infantería  ligera,  al  mando  de  Egelojo.  Ya  iba  acer­
      cándose  al  Gránico  el  grueso  del  ejército  cuando  algunos  de  los  sarissóforos  vol­
      vieron  atrás,  corriendo,  para  avisar  que  el  enemigo  se  hallaba  apostado  en  orden
      de batalla  al  otro  lado  del  río,  la  caballería  desplegada  en  línea  a  lo  largo  de  la
      ribera  escarpada  y  lodosa,  y  la  infantería  un  trecho  más  atrás.  Alejandro  dióse
      cuenta  en seguida de los  graves  errores  cometidos  en  la  disposición  de  las  fuerzas
      enemigas,  que  destinaba  al  arma  del  ataque  impetuoso  a  defender  un  terreno
      difícil y condenaba a los  excelentes mercenarios  griegos  a  ser ociosos  espectadores
      de  un  combate  que  sólo  ellos  podían  reñir  eficazmente;  una  carga  audaz  de  la
      caballería  bastaría  para  ganar  la  orilla  de  enfrente  y  con  ella  la  batalla,  cuyos
      resultados se encargarían de asegurar y extender los hipaspistas y las  falanges.  Hizo
      que las tropas de marcha a derecha e izquierda  avanzasen y  se  formasen en  orden
      de  batalla.  Estando  en  esto,  Parmenión  se  presentó  ante  Alejandro  para  disua­
      dirle  de  que  emprendiese  la  batalla;  según  él,  lo  aconsejable  era  acampar,  por
      el momento,  a  la  orilla  del  río;  el  enemigo,  más  débil  en  infantería,  no  se  atre­
      vería  a  pernoctar  tan  cerca  de  los  macedonios,  se  replegaría  y  ello  permitiría
      cruzar  tranquilamente  el  río  a  la  mañana  siguiente,  antes  de  que  los  persas  es­
      tuviesen lejos  y  formados  en  orden  de  batalla;  en  cambio,  ahora  el  paso  del  río
      no  estaba  exento  de  peligros:  el  día  iba  declinando  y  la  corriente  del  río  era,
      en  algunos  puntos,  profunda  y  rápida  y  la  margen  del  otro  lado  escarpada;  no
      sería  posible  cruzar  en  línea,  sino  en  columnas;  la  caballería  enemiga  cogería
      a  éstas  de  flanco  y  la  acuchillaría  antes  de  darle  tiempo  a  desplegarse  en  com­
      bate;  y  había  que  tener  en  cuenta,  además,  que  el  primer  revés  no  era  sensible
       solamente  de  por  sí,  sino  de  resultados  muy  lamentables,  además,  en  cuanto  al
       resultado de la guerra. A lo  que el rey contestó:  “No  dejo  de  darme cuenta  de lo
       que  me  dices;  pero  me  avergonzaría  de  haber  cruzado  tan  fácilmente  el  Heles-
       ponto  y  de  que  este  miserable  brazo  de  agua  me  impidiese  pasar  al  otro  lado;
       además, ello no cuadraría bien ni con la fama de los macedonios ni con mi manera
       de afrontar los  peligros;  creo  que  los  persas  cobrarían ánimos  y  se  sentirían  capa­
       ces  de  medirse  con  nosotros  al  ver  que  no  les  sucedía  inmediatamente  lo  que
       están  temiendo.”  Con  estas  palabras,  envió  a  Parmenión  al  ala  izquierda,  a  cuyo
       frente  debía  colocarse,  mientras  él  mismo  cabalgaba  para  tomar  el  mando  de  los
       escuadrones del ala  derecha.
           Por el brillo de sus armas y las plumas blancas de su casco, y por las  muestras
       de  reverencia  de  los  que  le  rodeaban,  conocieron  los  persas  apostados  al  otro
       lado  del río  que Alejandro  se hallaba  al  frente  del  ala  izquierda  y  que  era  allí  de
       donde había que esperar el ataque principal; apresuráronse a colocar el núcleo de su
       caballería, en filas compactas, más cerca de la orilla y frente a aquel lado; allí ocupa­
       ban sus  puestos  Memnón  con sus hijos y Arsames  con  sus  propios  jinetes;  venían
       Juego, en línea de batalla, el hiparca frigio Aristes, el sátrapa lidio Espitrídates con
       los  jinetes  hircanios  y  cuarenta  nobles  persas  que  formaban  su  escolta,  a  conti­
       nuación  las  demás  tropas  de  caballería  del  centro  y,  filialmente,  las  del  ala  de-
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