Page 288 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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284 SEGUNDA SUBLEVACION DE LOS SOGDIANOS
miento de las ciudades que llevaban su nombre en la Arajosia, en las faldas del
Parapanisos y en las márgenes del Tanais, no dispondría, seguramente, de mucho
más de diez mil hombres. Fué en el transcurso del invierno cuando recibió con
siderables refuerzos de los países occidentales: una columna de infantería y de
caballería reclutada por Nearco, sátrapa de Licia, y Asandro de Caria; otra al
mando de Asclepiodoro, sátrapa de la Siria, y el hiparca Menes, y otra acaudi
llada por Epócilo, Ménidas y Tolomeo, el estratega de los tracios, con un total
aproximado de 17,000 hombres de a pie y 2,600 de a caballo. Ahora, Alejandro
contaba ya con tropas bastantes para reprimir el levantamiento de los sogdianos
hasta en sus últimos rincones.
En la primavera del año 328 partió del campamento-corte de Zariaspa, de
jando allí a los enfermos de la caballería macedonia con una protección de unos
ochenta jinetes mercenarios y algunos muchachos de la nobleza. El ejército se
dirigió hacia el Oxo; una fuente de petróleo que había brotado junto a la tienda
de campaña del rey fué interpretada por Aristandro como presagio de que los
macedonios triunfarían, pero con grandes esfuerzos; y, en realidad, era necesario
mostrar una gran cautela para abordar a estos enemigos, que amenazaban por
doquier. El rey dividió su ejército en dos partes: una, formada por Meleagro,
Polipercón, Atalo y Gorgias, con sus falanges, quedó en la Bactriana para de
fender aquel país; la otra, repartida en cinco columnas al mando del rey, del hi
parca Efestión, del oficial de la guardia Tolomeo, del estratega Pérdicas y del
sátrapa de la Bactriana, Artabazo, secundado por el estratega Coino, avanzó hacia
la Sogdiana en distintas direcciones. No poseemos noticias detalladas acerca del
desarrollo de las operaciones; sabemos únicamente, de un modo general, que
las distintas plazas del país fueron tomadas por asalto unas y otras se rindieron
sin lucha; en poco tiempo, la parte más importante del país transoxiano, el valle
del Polimeto, volvió a estar en poder de Alejandro, y las columnas victoriosas
fueron confluyendo sobre Maracanda desde distintas direcciones. Sin embargo,
las montañas del este y del norte estaban todavía en manos del enemigo y había
razones para suponer que Espitámenes, que había ido a refugiarse entre las hordas
rapaces de los masagetas, las convencería de la necesidad de lanzarse a nuevas
irrupciones. Y, al mismo tiempo, había que hacer todo lo posible para poner fin
al espantoso desorden reinante en el país por medio de una nueva y profunda
organización y, sobre todo, para ayudar y pacificar a la población, dispersa, pri
vada de techo y de lo más elemental para subsistir. Efestión recibió el encargo
de proceder sin demora a la fundación de nuevas ciudades, de concentrar en ellas
a los habitantes dispersos en las aldeas y suministrarles víveres, mientras Coino y
Artabazo se dirigían contra los escitas para intentar apoderarse de la persona
de Espitámenes y Alejandro salía al frente del grueso de su ejército a completar
la sumisión del país mediante la toma de las fortalezas montañeras. Fué empresa
fácil para él. Poco después, cumplida esta misión, regresaba a Maracanda, para
descansar allí con sus tropas. Estos días de descanso habían de presenciar hechos
espantosos.