Page 302 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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298          CONSPIRACION  DE  LOS  PAJES  DE  LA  NOBLEZA

              Figuraba  entre  estos  jóvenes  de  la  nobleza  Hermolao,  hijo  de  Sópolis,  aquel
          a  quien  el  rey  enviara  a  Macedonia  desde  Nautaca  para  reclutar  nuevas  tropas.
          Hermolao,  entusiasta  admirador  de  Calístenes  y  de  su  filosofía,  había  asimilado,
          con  gran pasión,  a  lo  que  parece,  las  ideas  y  tendencias  de  su  maestro.  Veía  con
          gran  descontento  y  protestaba  con  vehemencia  juvenil  contra  aquella  mescolanza
          de helenismo y persianismo y contra la  postergación  de las  costumbres y  tradicio­
          nes  macedónicas.  En  una  cacería,  al  salir a la  pista  un  jabalí  y  escapar  a  la  lanza
          del  rey,  a  quien  según  las  prácticas  cortesanas  correspondía  la  primera  lanzada,
          Hermolao,  que  estaba  cerca  de  Alejandro,  se  permitió  lanzarle  su  jabalina  y  lo
          mató.  No  pasaba  de  ser una  falta  leve,  a  la  que  el  rey  en  otras  circunstancias  tal
          vez  no  habría  dado  importancia  alguna,  pero  que  en  este  caso  concreto,  por
          venir  de  Hermolao,  consideró  como  intencionada  y  sancionó  en  consecuencia,
          mandando  castigarle  y  retirarle  el  caballo.  Hermolao  no  sintió  la  falta  cometida
          por  él,  sir ó   la  humillación  de  que  había  sido  objeto.  Tenía  por  amigo  íntimo  a
          Sostrato, hijo del tinfeo Amintas, el mismo que había inspirado sospechas  de com­
          plicidad,  con sus  tres  hermanos,  en  el  proceso  de  Filotas  y  que*  para  eximirse  de
          su  culpa,  había  buscado  la  muerte  en  el  combate;  Hermolao  abrió  su  corazón  a
          este  amigo  y  confidente,  y  le  dijo  que  la  vida  le  sería  odiosa  si  no  pudiese  dar
          rienda  suelta  a  sus  sentimientos.  No  le  fué  difícil  ganar  el  convencimiento  de
          Sostrato;  al  fin  y  al  cabo,  Alejandro,  el  que  ahora  había  humillado  a  su  amigo,
          era el mismo que enviara a la muerte a su padre. Los  dos jóvenes iniciaron a otros
          cuatro  pajes  de  la  nobleza  en  el  secreto:  Antipatro,  hijo  de  Asclepiodoro,  el  que
          fuera gobernador de Siria;  Epimenes,  hijo  de Arseas;  Anticles,  hijo  de  Teócrito,  y
          el  tracio  Filotas,  hijo  de  Carsis;  conjuráronse  los  seis  para  dar  muerte  al  rey
          cuando  estuviera  durmiendo,  en  la  noche  en  que  Antipatro  se  quedase  de
          guardia.
              Según  se  cuenta,  Alejandro  cenó  aquella  noche  en  unión  de  algunos  amigos
          y estuvo  reunido  con ellos hasta  más  tarde  que  de  costumbre;  como  a  media  no­
          che,  cuando  se  disponía  a  retirarse,  se  presentó  de  pronto  ante  él  una  siria,  una
          adivina que le seguía desde hacía varios años, a la que al principio no había hecho
          el  menor  caso,  pero  que,  poco  a  poco,  en  vista  de  que  sus  consejos  y  vaticinios
          habían  resultado  ciertos  repetidas  veces,  acabó  ganando  su  confianza  y  su  oído,
          y le  dijo  que  siguiera  con  sus  amigos  y  pasara  la  noche  hablando  y  bebiendo  en
          su  compañía.  Añade  el  relato  que  el  rey  siguió  su  consejo  y  que,  gracias  a  ello,
          fracasó  por aquella  noche  el  plan  de los  conjurados.  Más  verosímil  parece  lo  que
          sigue.  Los  desventurados  pajes  no  abandonaron  su  plan,  sino  que  decidieron
          llevarlo  a efecto  en  la  primera  guardia  nocturna  que  tocase  a  cualquiera  de  ellos;
          Epimenes  vio  al  día  siguiente  a  su  amigo  íntimo  Caricles,  hijo  de  Menandro,  y
          le contó lo que había  sucedido y lo  que  tramaban.  Caricles  corrió,  todo  asustado,
          a hablar  con Eurilojo,  hermano  de  su  amigo,  y le  instó  a  que  salvase  la  vida  del
          rey, avisándole de lo que pasaba;  Eurilojo fué sin pérdida  de momento  a la  tienda
          del  rey  y  le  reveló  al  lágida  Tolomeo  el  infame  plan.  Alejandro,  informado  de
          cuanto  sucedía,  ordenó  que  inmediatamente  fuésen  detenidos  los  conjurados;  se
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