Page 308 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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304 PREPARATIVOS PARA LA CAMPAÑA INDICA
peno y que, al mismo tiempo, condicionaba la posibilidad de su creación. El
hecho de que Alejandro, lo mismo que había hecho en el Egipto y en los países
sirios, en el Irán y en la Bactriana, fuese dejando a su paso por la India miles de
guerreros suyos como tropas de guarnición y vecinos de las nuevas ciudades fun
dadas por él, demuestra mejor que nada la intrépida consecuencia de su idea y
la certeza absoluta que tenía en su justeza y en su fuerza; y se comprende que
no se dejase desviar de este camino por los intentos de oposición del orgullo
macedónico y del liberalismo helénico; con lo potencia de una personalidad im
peratoria como la suya, estaba seguro, aun a pesar de las posibles resistencias de
la pusilanimidad y el orgullo, de que todo se desarrollaría con arreglo a los dicta
dos de su vigorosa voluntad.
Alejandró partió de la Bactriana hacia el final de la primavera del año 327.
Los caminos montañosos que hacía dos años fueran causa de tantas penalidades
estaban ahora libres de nieve; las provisiones abundaban: siguiendo un camino
más corto, el ejército llegó en diez días de marcha a la ciudad de Alejandría del
Cáucaso, emplazada en las faldas meridionales de la montaña.
El rey no encontró la ciudad en el estado que esperaba. Niloxeno, que no
había regentado su puesto de jefe con el celo y la energía necesarios, fué destituido
y el persa Proexes perdió también su cargo de sátrapa de los parapanísades.
La población de la ciudad fué incrementada con gentes llevadas a ella de los
contornos y con los elementos del ejército que no eran ya aptos para el servicio.
Fué entregado el mando sobre la ciudad y su guarnición y el mandato de velar
por su ulterior desarrollo al hetairo Nicanor; Tiriaspes fué nombrado sátrapa del
país, cuya frontera sería en los sucesivo el río Cofen. Alejandro cruzó la hermosa
comarca, rica en flores y en frutos, y se dirigió primeramente hacia Nicea; los
sacrificios ofrendados a la diosa Atenea indicaban —pues ese era su modo de pro
ceder— la iniciación de una nueva campaña.
El ejército acercóse a la frontera de los parapanísades, que debía de estar
allí donde termina la llanura superior del Cofen.* En este punto el río, ya bas
tante caudaloso, entra en la garganta rocosa que es como la puerta de entrada al
país del Indo; por la parte sur flanquean esta garganta las estribaciones de la alta
cordillera del Sefid-Koh, que desde Daka hasta la fortaleza de Ali-masjed y
Jamrad, poco antes de llegar a Pechaver, en la orilla derecha del río, forman los
desfiladeros de Khiver, de siete millas de largo, mientras que en la orilla izquier
da, viniendo del norte, se extienden como una barrera transversal varias impor
tantes cadenas de montañas, que son ramales derivados de la cordillera del
Himalaya occidental y que bajan hasta muy cerca del río. El Joaspes (Jarkhun o
Kunar) y, más al este, el Gureo (Panjkora), los dos con numerosos afluentes y
valles secundarios, forman los numerosos cantones montañeses de este país “del
lado acá del Indo”, cuyos habitantes se agrupaban bajo el nombre genérico
de agvaka, aunque algunos de los distritos, gobernados casi todos ellos por prínci-
* Véase nota 14, al final.