Page 311 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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LUCHAS DEL LADO ACA DEL INDO 307
príncipe, con su numerosa y bien pertrechada guardia, había logrado ganar ya
las alturas, a las cuales era muy difícil llegar. Tolomeo, que en medio del tumulto
había reconocido y perseguido con toda furia el cortejo del príncipe, al llegar a
un terreno demasiado escarpado para sus caballos echó pie a tierra con sus tropas
y, a la cabeza de los pocos hipaspistas que le acompañaban, marchó con la mayor
rapidez posible detrás de los fugitivos; de pronto, el cortejo del príncipe dio la
vuelta y se abalanzó sobre los macedonios, mientras el propio príncipe se lan
zaba sobre Tolomeo y le dirigía la pica al pecho; Tolomeo, salvado por su arnés,
clavó al príncipe la lanza en el vientre y lo echó a tierra, moribundo. La caída
del príncipe decidió la victoria; mientras los macedonios perseguían a los fugitivos
y los acuchillaban, el lágica empezó a despojar al cadáver del principe de su ar
madura. Los aspasios, que vieron aquello desde las montañas, se lanzaron hacia
abajo, poseídos de una furia salvaje, para salvar, por lo menos, el cadáver de su
soberano; entre tanto, había llegado ya Alejandro con algunos hombres; entablóse
un violento combate, en el que los macedonios lograron salvar, no sin gran es
fuerzo, el cadáver del príncipe y los bárbaros, duramente batidos, retiráronse al
fondo de las montañas.
Alejandro, no deseando internarse más en la alta montaña, marchó en direc
ción este, hacia el Euaspla, para llegar a la ciudad de Erigeón por los desfiladeros
que conducen al valle del Gureos. Encontró la ciudad arrasada y abandonada; la
población había huido a las montañas. La importancia estratégica de esta locali
dad, que domina el camino hacia el Joaspes, movió al rey a dar a Crátero, que
avanzaba desde el sur, el encargo de proceder a la reconstrucción de la ciudad
incendiada, instalando en ella a los macedonios no aptos ya para el servicio
de las armas y a todos los indígenas que lo desearan. Estaban ya, pues, en po
der de Alejandro, gracias a la ocupación de Andaca y Erigeón, los dos pasos que
conducían al Joaspes.
Sin embargo, consideróse necesario hacer sentir a los valientes montañeses
del norte de la ciudad, que ocupaban en las montañas posiciones amenazadoras,
la superioridad de las armas macedonias. Alejandro avanzó desde Erigeón contra
el macizo montañoso; a la caída de la tarde campaba ya al pie de las montañas;
Tolomeo, que había sido enviado en servicio de descubierta, trajo la noticia de
que se veía una cantidad de hogueras y de que todo parecía indicar que el enemigo
era muy poderoso. Se decidió atacar inmediatamente; mientras una parte de las
tropas macedonias mantenía la posición del pie de la montaña, el rey escaló ésta
al frente de las demás fuerzas; tan pronto como divisó las hogueras que acusa
ban la presencia del enemigo, ordenó que Leonato y Tolomeo se extendiesen a
derecha e izquierda en tomo a sus posiciones, para desarticular su superioridad
de fuerzas mediante un ataque simultáneo por tres partes; al mismo tiempo, él
se dirigió hacia las alturas, donde se concentraba la gran masa del enemigo.
Este, tan pronto como vió avanzar a los macedonios, se abalanzó desde arriba
sobre Alejandro, ciegamente confiado en su número muy superior de fuerzas, y
se trabó un tenaz combate. Mientras tanto, Tolomeo avanzaba por otro lado; pero