Page 15 - Guerra civil
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INTRODUCCIÓN


           palando  a  gritos,  cuando  ya  no  eran  sino  caricatura
           grotesca  de  sus  propios  modelos  del  pasado.

              Tal  es el caso del llamado Catón el  Menor,  ese esclavista
           hipócrita  y  avaro,  dueño  de poblaciones  y  comarcas  ente­
           ras, proferidor gratuito de balandronadas  estoicas sobre “el

           bien  y  el  mal”,  cursi  remedo  de  un  abuelo  suyo  de  la
          anterior centuria que había sido ya anacrónico en su época,
          falsificado  espectro  de  cien  años  antes,  lacayo  sumiso  de

           la  extorsionante codicia oligárquica, energúmeno rebosante
           de  achacosa  rabia  antipopular  y  sediento  de  sangre  ciu­
           dadana,  típica  encarnación  de  la  chochez  impertinente  y

           neurasténica,  histérico  hazmereír  de  su  tiempo,  a  quien
           la vanguardia  consciente  de  la Antigüedad  debió  sólo con­
           ceder,  a  lo  sumo,  la  sorna  despectiva  que  inspira  el  bufón
           sin gracia o la mueca nauseabunda que la rapacidad asesina

           provoca,  pero a  quien,  en  cambio,  la posteridad  —  y aún
           la  actualidad,  en  parte—  tradicionalista,  rinde culto  arro­
           bada,  transfigurándolo,  a  los  ojos  del  incauto,  en  procer

           y  estatuario  simulacro.
              Y      tales  eran  sus  semejantes  que,  ufanos  por  su  éxito
           absoluto de fines de 63 y principios de 62, celebraban jubi­

           losos el aplastamiento de la conjura catilinaria y esperaban,
           a la defensiva, a Pompeyo, que estaba por tornar, vencedor,
           del  Oriente.  Estos  patres,  al  comenzar  el 62,  para ganarse

           a las masas  contra  las  eventuales  pretensiones  del  general
           victorioso,  se apresuran  a  derogar,  por  simple  decreto,  la
           Lex  Terentia  Casia,  que  regulaba  el  pago  mínimo  de
           las  reparticiones  frumentarias  periódicas  al  proletariado,

           aboliendo  toda  retribución  por  ellas.  Esta  disposición  re­
           presentó  para  el  tesoro  público,  una  mengua  muy  consi­

           derable  en  sus  percepeciones  anuales,  e  hizo  pasar  el



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