Page 177 - Guerra civil
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GUERRA  CIVIL  I


            habiendo  localizado  un  lugar  propicio,  dispone que  se  ca­
            ven muchos  fosos  de  treinta  pies  de  anchura,1  gracias  a
            los  cuales  se  desviase  una  parte  del  Sícoris  y  se  formase
            un  vado  en  dicho  río.         2  No  bien  hecho  esto,  Afranio
            y  Petreyo  incurren  en  la  grave  preocupación  de  que  no
            fuesen  a  quedar totalmente atajados su  aprovisionamiento
            y su  forraje,  pues  César  prevalecía mucho con  su  caballe­
            ría.  Y  así,  resuelven  abandonar  su  campo  y  trasladar  la
            guerra a Celtiberia. 2         3  Esta  determinación la  recomen­
            daba  también  el  hecho  de  tjue,  de  las  dos  clases  distintas
            de  comunidades  que  habían  sustentado  la  guerra  ante­
            rior  de  Quinto  Sertorio, 3 las vencidas temían  el nombre y
            la autoridad de  Pompeyo ausente, y las que habían cultiva­
            do su amistad lo  estimaban,  predispuestas  por sus grandes
            mercedes, 4  en  tanto  que  el  nombre  de  César  era  menos
            resonante  entre  los  bárbaros.          4  En el  nuevo  territorio,
            los  comandantes  susodichos  esperaban  contar  con  grandes
            fuerzas  auxiliares  y  de  caballería  y  pensaban  alargar  la
           guerra hasta  el  invierno  próximo  en  su  flamante  circuns­
           cripción.       5  Adoptada  tal  idea,  mandan  que  se  decomi­
            sen  barcos  por  todo  el  río  Ebro,  y que sean  concentrados

            en  Octogesa.BEra  ésta  una  ciudad  emplazada  a  la  orilla
           del  Ebro y distaba del  campamento  enemigo veinte millas. 8
            6  Hacia  esa  altura  del  río,  ordenan  tender  un  puente
           uniendo los navios, hacen pasar el río Sícoris a dos legiones
            y  levantan  un  campamento  de  doce  pies  de  empalizada.

               LXII.       1  Conocida  esta  circunstancia  gracias a  nues­
           tras  avanzadas,1  César, merced  al  enorme  e  incesante  es­
            fuerzo  de sus soldados para  desviar  el  río,  había ya  logra­
            do el  objetivo de  que  sus  jinetes  —aunque  ello  se  hiciera
           con  dificultad  y  de  mala  gana—  pudieran,  no  obstante,
           atreverse  a  pasar  el  río,          2  Pero  los  peones  se  veían
           impedidos  a  hacerlo  porque  sólo  sobresalían de  la corrien­
            te  sus  hombros  y  lo  más  alto  de  su  pecho,  tanto  por  la
            altura  del  agua  como  por  la  rapidez  del  torrente.

           3  Pero, no obstante, casi al mismo tiempo se anunciaba que


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