Page 179 - Guerra civil
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GUERRA  CIVIL  I


          estaba por  terminarse  el  puente  del  Ebro  y  se  conseguía
          el vado  del  Sícoris.



             LXIII.         1  Pero  ya  el  enemigo  más  bien  pensaba  en
          ir  preparando  su  repliegue.1  Y  así,  dejando  una  guarni­
          ción  de  dos  cohortes  auxiliares 2  al  resguardo  de  Ilerda,
          pasa  el  Sícoris  con  todos  sus  efectivos  y  los  reúne  a  las
           dos  legiones  que  en  días  anteriores  había  concentrado
          en  su  campamento.            2  No  le  quedaba a César otra  cosa
          que atosigar y agredir a la tropa adversaria.  Pero su puen­
           te  requería  de  un  gran  rodeo y los contrarios podían llegar
           hasta  el Ebro por una ruta más corta.                3  Lanzada, pues,
           por  él,  su  caballería  atraviesa  el  río y,  habiendo  levantado
           Petreyo  y  Afranio  su  campamento  hacia  la  tercera  vela,
           de  pronto aquélla  se manifiesta a  la  retaguardia  de éstos y
           comienza a  demorar  y  a  embarazar  la  marcha  de  la  dise­
           minada  turbamulta.


              LXIV.         1  Al  despuntar  el  alba,  desde  las  alturas  a
           que  estaba  próximo  el  campamento 1  de  César,  se  distin­
           guía  que  la  zaga  del  enemigo  era  hostigada  pujantemente
           por  el  ataque  de  nuestra  caballería  y  en  ocasiones  que  la
           retaguardia se detenía y era  cortada, u  otras veces  enarbo-
           laba  sus  enseñas  y  rechazaba  a  los  nuestros  con  el  asalto
           de  todas  sus  cohortes.          2  A  la  vez,  se  veía  a  nuestros
           soldados  deambular  por  todo  el  campamento  y  deplorar
           que  se dejara ir  de  las manos al enemigo, prolongando  sin
           remedio  la  guerra,  y  recurrir  a  los  centuriones  y  a  los
           tribunos militares  y  rogarles  que,  por  su  conducto,  César
           estuviera  confiado  en  no  escatimarles  ni  esfuerzo  ni  peli­
           gro  alguno;  pues  ellos  estaban  prontos  para  osar  y  atra­

           vesar el río por el mismo lugar por donde lo había vadeado
           la  caballería.       3  César,  animado  por  tal  anhelo  y  por
           tales  palabras,  aunque  temía  que  la  enorme  creciente  del
           río  pudiera  provocar  una  catástrofe,  juzga,  no  obstante,
           que  se  debe  intentar  y  hacer  la  experiencia.               4  Y  así,


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