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GUERRA  CIVIL  I

          traído a tan peligrosa contingencia,  como de la de  aquellos
          que  habían  logrado  tanta  ventaja  sin  una  sola  herida,  y
          César  recogía,  a  juicio  de  todos,  un  jugoso  fruto  de  su
          clemencia  del  día  anterior,10  y  su  determinación  era
          aprobada  por  todo  el  mundo.


              LXXV          1  Participado  lo  cual  a  Afranio,  éste  aban­
          dona  la  supervisión  que  efectuaba  y  se  traslada  al  cam­
          pamento,  preparado  de tal  modo,  según  parecía,  que  cual­
          quier  percance  que  le  sobreviniera  lo  habría  de  aceptar
          con  ánimo  equilibrado  y  sereno.1               2  Pero  Petreyo  no
          se  desmoraliza:  arma  a  sus  esclavos; 2  y  con  ellos  y  su
          cohorte  pretoriana 3  de  cetrados  y  algunos  jinetes  orde­
          nanzas 4  suyos,  que  solía traer  consigo para  que  lo  prote­
          gieran  personalmente,  de  improviso  corre  a  las  empali­
          zadas,  interrumpe los coloquios  de  los  soldados,  rechaza  a
          los  nuestros  de  su  campamento  y manda  matar  a  los  que
          cautiva. 5       3  Los  demás  se  reúnen  entre  ellos  y,  alar­
          mados  por  el  repentino  peligro,  envuelven  su  brazo  iz­
          quierdo  en  sus  mantos,6  desenvainan  las  espadas,  y  así
          se  defienden  de  los  cetrados  y  de  los  jinetes,  confiados
          en  la  proximidad  de  su  campamento,  internándose  en  el
          cual,  son  apoyados  por  las  cohortes  que  estaban  de  retén
          a  sus  puertas.


              LXXVI.          1  Habiendo  sucedido  estas  cosas,  Petreyo,
          llorando,1  entrevista  a  los  manípulos  e  invoca  a  los  sol­
           dados  y  los intima  para  que  de  modo alguno,  en  ausencia
           de  Pompeyo, entreguen a la muerte a  su caudillo.                   2  Or­
           ganiza precipitadamente una  reunión en el pretorio. 2  Pide
           a  sus  integrantes que  juren  todos  ellos  que  no  desertarán
           ni  de  su propio  ejército  ni  de sus  generales,  ni aceptarán,
           por separado de  sus compañeros,  resolución alguna.  3  Él
           es  el  primero  en  jurar  con  tales  palabras;  compele
           luego  a  idéntico  juramento  a  Afranio;  le  siguen  los  tri­
           bunos  militares  y  los centuriones;  los  soldados,  formados
           por  centurias,  juran  lo  mismo.            4  Se  ordena  que  cual-


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