Page 277 - Guerra civil
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GUERRA  CIVIL  II


           adelantándose  a  su  formación,  los  númidas,  íntegros,  re­
           huían con rapidez la acometividad de los nuestros, y cuando
           éstos  trataban de  reincorporarse a  sus  filas,  los  rodeaban
           y  los  separaban del  resto  de la  hueste.  Así, no  consideran
           hacedero ni  permanecer  en  un sitio  conservando  sus  filas,
           ni adelantarse y enfrentarse a su destino. 6                 7  Las  fuer­
           zas  del  enemigo  continuamente  aumentaban  con  los  re­
           fuerzos  incesantemente  enviados  por  el  rey;  los  nuestros
           perdían  sus  energías  por  la  fatiga  y,  a  la  vez,  aquellos
           que  habían  recibido  heridas,  no  podían  dejar  la  lucha  ni
           refugiarse  en  un  lugar  seguro,  pues  la caballería  enemiga
           mantenía  ya  envuelto  a  todo  nuestro  ejército. 7                8  Los

           heridos,  desalentados de su salvación, como todos los hom­
           bres  suelen  hacerlo  al  postrer  momento  de  su  vida,  o  se
           condolían  de  su  muerte  o  dejaban  recomendaciones  para
           sus  deudos  a  quienes  la  fortuna  pudiese  salvar  de  aquella
           vorágine.  Todo  estaba lleno  de pavor  y  luto.



              XLII.        1  Curión,  al  comprender  que  no  podían  ser
           oídas  por  ninguno  de los  suyos, todos  despavoridos,  ni  sus
           órdenes  ni  sus  súplicas,1  considerando,  como  sucede  en
           los  acontecimientos  aciagos,  que  quedaba  una  esperanza
           de  salvación,  manda  tomar  las  colinas  próximas  a  todos
           sus  soldados  y  llevar las  insignias  a  dicho  lugar.  Pero ya
           también había ocupado dicho sitio la  caballería enviada por
           Saburra.        2  Entonces sí  los  nuestros  llegan al  colmo  de
           la  desesperación y,  en  parte,  son  muertos  mientras  huyen,
           por  la  caballería enemiga,  y  en parte,  si  heridos,  se dejan
           caer  extenuados.2            3  Cneo  Domicio,  nuestro  prefecto
           de  caballería, exhorta a  Curión a  que,  rodeado  de  algunos
            jinetes,  encomiende  su  salvación  a  la  fuga  y  se  encami­
            ne  hacia  el  campamento,  prometiéndole  no  separársele.
            4  Pero  Curión afirma que no  regresará ante  la  presencia
            de  César,  habiendo  perdido  un  ejército  recibido  en  enco
            mienda  por  éste;  y  así,  combatiendo,  es  muerto. 3  5  Po­
            quísimos  jinetes  logran  escapar  al  desastre;  pero aquellos
            que  en  la  retaguardia  se  habían  detenido  para  hacer  des-


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