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GUERRA CIVIL II
cansar a sus cabalgaduras, según queda dicho, 4 al adver
tir a lo lejos la fuga de todo el ejército, se concentran
en el campamento. Los soldados de infantería, uno a uno,
son masacrados.
XLIII. 1. Conocidas estas circunstancias,1 el cuestor
Marcio Rufo,2 dejado en .el campamento por Curión,
exhorta a los suyos que no desfallezcan. Ellos piden y
ruegan que se se les regrese a Sicilia en las naves. 3 Él así
lo promete, y ordena a los capitanes de los navios que,
al atardecer, tengan todos los esquifes 4 próximos al lito
ral. 2 Pero tal fue el terror de todos que algunos decían
que las fuerzas de Juba se hallaban inmediatas, otros que
Varo se avecinaba y ya se distinguía el polvo de los
que con él venían —de lo cual, nada en absoluto aconte
cía—; otros sospechaban que la armada de los enemigos se
acercaba presurosa. Y así, despavoridos todos, cada quien
pensaba en sí mismo. 3 Los que servían en la flota acele
raban los preparativos de su marcha; y su fuga contagiaba
a los capitanes de las naves mercantes; algunos batelejos
cumplían con su deber y con sus órdenes. 4 Pero era tal
la lucha en las márgenes atestadas, a propósito de quién,
entre tanta gente, 5 se embarcaría primero, que, merced
a la multitud y a su peso, algunas barcas se hundieron y
los restantes, temiendo esto, se abstuvieron de acercarse
más.
XLIV. 1 En tales circunstancias aconteció que unos
cuantos soldados y padres de familia que, por influencia 1
o por lástima2 subsistieron o pudieron nadar 3 hasta las
naves, lograron embarcarse y llegar incólumes a Sicilia.
El resto de las tropas, sometido a Varo, se le rindió por la
noche, enviándole, con el carácter de emisarios a sus
centuriones.4 2 Las cohortes de dichos soldados, vistas
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