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• Cuando nos dirigimos a nuestro/a interlocutor/a después de
haberle/a hecho esperar:
▪ De esta forma evitamos ese “¡Oiga!...”, que suena cada vez
peor, sobre todo si no se le añade el “por favor”.
▪ Recordemos: “Óigame, por favor”, “Dígame, por favor”, sólo
cuando no conocemos el nombre.
Cuando conocemos a nuestro/a interlocutor/a, la mejor manera
de recuperar positivamente su atención es utilizar su nombre:
▪ “Un instante, Sr. del Pozo”.
▪ Y después de haberle hecho esperar: “¿Sr. del Pozo?”.
• Al despedirnos y, si es posible, que lo último que escuche
nuestro/a interlocutor/a sea su nombre:
▪ “Hasta mañana, Sr. del Pozo”.
▪ “Buenos días, Sr. del Pozo”.
▪ “Gracias por llamar, Sr. del Pozo”.
Cuando no sabemos si está la persona por quien pregunta el/la
cliente/a, o no sabemos si desea recibir la llamada:
• Debemos evitar que el/la cliente/a perciba cualquier sensación de
menosprecio.
• Nunca solicitar el nombre del/de la cliente/a antes de poner en
duda el que pueda ser recibido/a.
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