Page 167 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
P. 167
Apuleyo la describe con estas palabras: «En primer lugar, sus cabellos, abundantes y
largos y vueltos un poco hacia dentro, se dispersaban promiscuamente sobre su cuello
divino y caían con suavidad. Una corona de muchas formas, hecha de flores diversas,
envolvía la cima sublime de su cabeza y en el medio de la corona, justo encima de la
frente, había un orbe liso que parecía un espejo o, mejor dicho, una luz blanca
refulgente, que indicaba que ella era la luna. Víboras que surgían a la manera de
surcos rodeaban la corona del lado derecho y el izquierdo y también se extendían
desde arriba espigas de maíz. Su ropa era de muchos colores y estaba tejida con el
mejor lino y en un momento dado relucía con un esplendor blanco, en otro era
amarilla como la flor del azafrán y en otro enrojecía, con una rojez sonrosada. Sin
embargo, lo que más me deslumbró fueron unas vestiduras muy negras, que refulgían
con destellos oscuros y que, después de desplegarse y pasarte por debajo del lado
derecho y ascender hasta su hombro izquierdo, subían protuberantes como el centro
de un escudo, mientras que la parte pendiente de las vestiduras caía en muchos
pliegues y, al tener nuditos de flecos, fluía con gracia en los extremos. Había estrellas
brillantes dispersas por la orla bordada de las vestiduras y por toda su superficie, y la
luna llena que brillaba en medio de las estrellas dejaba escapar fuegos llameantes. Sin
embargo, una corona compuesta exclusivamente por todo tipo de flores y frutas se
adhería con una conexión indivisible al borde de aquellas vestiduras llamativas en
todas sus ondulaciones. Lo que llevaba en las manos también eran objetos de una
naturaleza muy diferente, porque en la mano derecha llevaba, por cierto, un cascabel
de bronce [un sistro], con una capa fina en forma de campana atravesada por varillas
que producían un triple sonido agudo por el movimiento vibratorio de su brazo. De la
mano izquierda le colgaba un recipiente alargado, con forma de embarcación, en cuya
asa, en la parte más evidente, un áspid alzaba la cabeza erguida y el gran cuello
hinchado. Unos zapatos tejidos con las hojas de la palmera de la victoria le cubrían los
pies inmortales».
El color verde alude a la vegetación que cubre la faz de la tierra y, por
consiguiente, representa la vestidura de la naturaleza. El negro representa la muerte y
la corrupción como camino hacia la nueva vida y la generación. «El que no nazca de
lo alto no puede ver el Reino de Dios». (Juan 3, 3) [38] . El blanco, el amarillo y el rojo
representan los tres colores principales de la medicina alquímica, hermética y
universal, una vez desaparecida la negrura de su putrefacción.
Los antiguos daban el nombre de Isis a una de sus medicinas ocultas: por
consiguiente, la descripción que damos aquí está algo relacionada con la química. Su
ropa negra también representa que la luna, o la humedad lunar —el mercurio
universal sófico y la sustancia que actúa en la naturaleza, según la terminología
alquímica—, no tiene luz propia, sino que recibe del sol su luz, su fuego y su fuerza
vitalizadora. Isis era la imagen o la representante de las grandes obras de los sabios: la
piedra filosofal, el elixir de la vida y la panacea universal.