Page 171 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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Isis, o la Naturaleza personificada, lleva consigo el fuego sagrado, preservado
religiosamente, que las vestales mantienen encendido en un templo especial. Este
fuego es la llama auténtica e inmortal de la Naturaleza: etérea, esencial, la autora de la
vida. El aceite inagotable, el bálsamo de la vida, tan alabado por los sabios y del que
tanto se habla en las Escrituras, se representa a menudo como el combustible de esta
llama inmortal.
Del brazo derecho de la figura desciende también un hilo, en cuyo extremo se
sujeta una balanza, para indicar la exactitud de la Naturaleza en sus pesos y medidas. A
menudo se representa a Isis como símbolo de la Justicia, porque la Naturaleza siempre
es constante.
La Virgen del Mundo aparece a veces de pie entre dos grandes columnas —la
Jachin y la Boaz de la masonería—, que simbolizan el hecho de que la Naturaleza
alcanza la productividad mediante la polaridad. Como la sabiduría personificada, Isis
se yergue entre los pilares de los opuestos, demostrando así que el entendimiento
siempre se encuentra en el punto de equilibrio y que la verdad a menudo está
crucificada entre los dos ladrones aparentemente contradictorios.
El brillo dorado de su cabello oscuro indica que, a pesar de ser lunar, debe su
poder a los rayos del sol, de los cuales obtiene su tez rubicunda. Así como la luna está
envuelta en la luz reflejada del sol, Isis como la virgen de la Revelación, está ataviada
con el esplendor de la luminosidad solar. Apuleyo afirma que, mientras dormía, vio
surgir del océano a la venerable diosa Isis. Los antiguos se daban cuenta de que las
formas primarias de vida procedían del agua y la ciencia moderna opina lo mismo. En
la descripción que hace de la vida primitiva sobre la tierra en su Esquema de la
historia, H. G. Wells afirma lo siguiente: «Sin embargo, aunque el océano y el agua
intennareal ya estaban llenos de vida, la tierra por encima de la línea de la marea alta
seguía siendo, por lo que podemos suponer, un páramo pedregoso, sin ningún rastro
de vida». En el capítulo siguiente añade: «Dondequiera que hubiese costa, había vida
y aquella vida continuaba dentro del agua, junto a ella y con ella como hogar, como
medio y como necesidad fundamental». Los antiguos creían que el esperma universal
procedía del vapor cálido, húmedo pero abrasador. La Isis velada, cuyas meras
coberturas representan el vapor, es un símbolo de aquella humedad, que es la
portadora o el vehículo de la vida espermática del sol, representada por el niño que
sostiene en sus brazos Puesto que el sol, la luna y las estrellas, al ponerse, dan la
impresión de hundirse en el mar y también porque el agua recibe sus rayos en sí
misma, se creía que el mar era el caldo de cultivo del esperma de las cosas vivas. El
esperma nace de la combinación de las influencias de los cuerpos celestes; por eso,