Page 227 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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estrellas están, asimismo, en esos cuerpos; las estrellas están en los ángeles y los
ángeles, en las estrellas; los ángeles están en Dios y Dios está en todo. Por
consiguiente, todos están divinamente en lo divino, angélicamente en los ángeles y
corpóreamente en el mundo corpóreo, y viceversa. Del mismo modo que la semilla es
el árbol plegado, el mundo es Dios desplegado.
Como dice Proclo: «Cada propiedad de la divinidad está presente en toda la
creación y se entrega a todas las criaturas inferiores». Una de las manifestaciones de la
Mente Suprema es la capacidad de reproducción según la especie, que otorga a todas
las criaturas de las cuales forma parte divina. De este modo, las almas, los cielos, los
elementos, los animales, las plantas y las piedras se generan a sí mismas, cada uno
según su patrón, aunque todos dependen de un único principio fecundador que existe
en la Mente Suprema. Esta capacidad fecundadora, a pesar de ser en sí misma una
unidad, se manifiesta de forma diferente en las distintas sustancias, porque en los
minerales contribuye a la existencia material, en las plantas se manifiesta como
vitalidad y en los animales, como sensibilidad. Otorga movimiento a los cuerpos
celestes, pensamiento a las almas de los hombres, intelectualidad a los ángeles y
superesencialidad a Dios. Por consiguiente, se ve que todas las formas son de una sola
sustancia y toda la vida, de una sola fuerza y que estas coexisten en la naturaleza del
Uno Supremo.
El primero que expuso esta doctrina fue Platón. Su discípulo, Aristóteles, la
expresó con las siguientes palabras: «Decimos que este mundo perceptible es una
imagen de otro; por consiguiente, puesto que este mundo está lleno de vitalidad, o
vivo, ¡cuánto más ha de vivir el otro! […] Allá, por consiguiente, por encima de las
virtudes estelares hay otros cielos que hay que alcanzar, como los cielos de este
mundo; más allá de ellos, porque son de un tipo superior, más brillantes y más
extensos: y no son distantes el uno del otro como este, porque son incorpóreos. Allá
también existe una tierra, no de materia inanimada, sino llena de vida animal y de
todos los fenómenos terrestres naturales, como esta, pero de otros tipos y
perfecciones. Hay plantas, también, y jardines y agua que fluye; hay animales
acuáticos, pero de especies más nobles. Allá hay aire y vida apropiada para él, toda
inmortal. Y aunque la vida allí sea análoga a la nuestra, aquella es más noble, al ser
intelectual, perpetua e inalterable. Porque si alguien objetara y preguntara cómo hacen
las plantas, o lo que sea, para encontrar el equilibrio en el mundo superior,
responderíamos que no tienen una existencia objetiva, porque las produce el Autor
primordial en una condición absoluta y sin exteriorización. Por consiguiente, ocurre
con ellas lo mismo que con el intelecto y el alma: que no experimentan ningún